Roma: cuarto imperio mundial en la profecia

    El cuarto reino será fuerte como el hierro. Daniel 2:40.

         La interpretación del capítulo 2 de Daniel sobre las piernas de hierro de la estatua, es el reflejo del cuarto imperio: “fuerte como el hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas”. El Imperio Romano fue tan fuerte y grande, pero triplicó a los anteriores. Duró más tiempo: desde 168 a.C., hasta 476 d.C. En esa etapa nació y murió Cristo. Hubo persecución, y el cristianismo comenzó a extenderse. Daniel 7:7, dice: “la cuarta bestia, espantosa y terrible, y en gran manera fuerte”, confirma las características de la estatua. Ambas visiones describen el Imperio más fuerte, símbolo del hierro.

           Roma comenzó el año 750 a.C. Según la leyenda, se formó después de la caída de Troya. Las conquistas de colonias y las exitosas guerras, ayudaron a su extensión territorial. El año 168 a.C., dominaron a Grecia y se convirtió en Imperio Mundial. Años después de luchas, surgió el general, historiador y dictador Julio César, una de las figuras más altas de esa historia, pertenecía al primer triunvirato romano. El año 44 a.C., fue asesinado en el Senado por conspiradores. Su sobrino Augusto César, comenzó formando parte del triunvirato, venció a sus rivales y tomó el poder el año 31 a.C. Su gobierno forjó la etapa más brillante de la historia: “El Siglo de Augusto”. Los más destacados de esa época son: el historiador Tito Livio, los poetas Horacio, Ovidio y Virgilio el autor de La Eneida.

            Cristo nació cuando Herodes el Grande era el rey de Judea. Los magos de Oriente eran filósofos, estudiaban las estrellas y vieron una luz en el cielo, consultaron y encontraron datos sobre el nacimiento del Mesías Príncipe. Tuvieron un sueño y decidieron ir a Jerusalén. Llegaron preguntando: “¿Dónde está el Rey de los Judíos? Porque su estrella hemos visto”. Como los magos no volvieron con la información que Herodes le pidió, se enojó y “mandó a matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén”. Eso le fue revelado a José en sueño, se levantó y salió con María y el niño Jesús para Egipto. Ese acto cruel fue uno de los últimos de Herodes el Grande, el año 4 murió.

           Cristo murió en la hora profética del sacrificio, y “el velo del templo se rasgó” Mateo 27:51, ese rito simbólico llegó a su fin. Tiberio (14–37) era un cruel emperador Romano cuando Cristo murió. Siguió el desquiciado Calígula. Después Claudio (41-54) un buen administrador, lo envenenó su esposa, para colocar en el trono a su hijo, el infame Nerón (54-68), que asesinó entre otros a su madre y a su esposa. Como falsamente acusaban a los cristianos, de haber incendiado a Roma, eran quemados vivos o arrojados a las fieras.

            Durante el reinado de Tito (79-81) fue la erupción del volcán Vesubio, que el año 79 sepultó la ciudad de Pompeya. Siguió su hijo Domiciano (81-96), perseguidor de los cristianos, durante el primer año de su reinado, el apóstol Juan fue llevado a la deshabitada isla de Patmos. El años 313, Constantino el Grande firmó el primer decreto que favorecía al cristianismo nominal, siguió Teodosio I (379-395) quien clausuró los templos paganos. El Imperio se debilitó y hubo una división definitiva: 1) En Oriente el Imperio Bizantino. 2) En Occidente el Imperio Romano que tuvo su fin en 476. Quedó casi vacío, hasta el año 538, cuando el Papa adquirió autoridad política y religiosa. Esta fecha dio inicio a los 1200 años proféticos, finalizaron el 15-2-1798, cuando soldados franceses entraron a la Capilla Sixtina y tomaron prisionero al Papa. Murió en cautiverio, esa fue “la herida de muerte” que “fue curada” y recuperó su poder el 1929, cuando Benito Mussolini, jefe del gobierno italiano, firmó el tratado y el Papado pasó a ser Estado Independiente.

            En el Imperio Romano hubo aspectos culturales avanzados en leyes, jurisprudencia, arte y arquitectura. Las profecías bíblicas nos muestran los principales acontecimientos de la historia humana, para que con oración busquemos la protección divina.

Articulo publicado en Volumen XIV. Guarda el enlace permanente.

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