«El arca tomada por los filisteos»

Traspasada es la gloria de Israel; porque ha sido tomada el arca de Dios. 1ª.  Samuel 4:22.

            El grave error de Elí, sumo sacerdote y juez de Israel, fue tolerar la corrupción de sus dos hijos y permitirles que ocuparan el cargo de sacerdotes, además de irreligiosos eran incapacitados. Los israelitas, sin consultar a Dios, entraron en guerra con los filisteos, al ser vencidos tristes preguntaban: “¿Por qué nos ha herido hoy Jehová?”. No entendían que sus pecados fueron la causa de su derrota. Después, pensando que podían vencer al enemigo, decidieron que los hijos de Elí llevaran el arca, que tenía la Ley de Dios. Eso creó miedo en los filisteos, pensaban que era el Dios de los israelitas, pero los vencieron y tomaron el arca. Muchos murieron, entre ellos los dos hijos de Elí.

           Eso entristeció a los israelitas, no obedecían la Ley de Dios y consideraban el arca, igual que las naciones idólatras. Era el pueblo de Dios, pero “el que aparta su oído para no oír la ley, su oración también será abominable” Proverbios 28:9. El anciano y ciego Elí estaba esperando el regreso de su mensajero. Cuando llegó le dijo: “Israel huyó de los filisteos, fue hecha gran mortandad en el pueblo; y también tus dos hijos son muertos”. Elí resistió esa terrible noticia, pero cuando el mensajero agregó: “El arca de Dios fue tomada”, la angustia fue tanta que perdió su fuerza, cayó y murió.

          Los filisteos llevaron el arca, en una procesión a una de sus principales ciudades, la pusieron en el templo de su dios Dagón, pensaban que la unión de esos dos dioses los haría invencibles. El día siguiente, encontraron a su dios en el suelo. Lo recogieron y lo pusieron en su sitio. La mañana siguiente “vieron a Dagón caído en tierra ante el arca del Señor y la cabeza de Dagón y sus dos manos cortadas”. Eso los horrorizó, sacaron el arca del templo y la pusieron en otra ciudad, donde sus habitantes se enfermaron gravemente. La llevaron a dos ciudades más y en cada una hubo desastres. Aterrados la pusieron en un campo, donde también hubo destrucción y muertes. Después de seis meses, se dieron cuenta que el arca no era fuente de fortaleza, sino de maldición.

            Sus sacerdotes y adivinos hicieron este proyecto: colocaron el arca con una ofrenda de oro en un carro nuevo, unido a dos vacas y las dejaron libres, para que fueran donde quisieran. Los filisteos decían: si el arca vuelve a los israelitas, es una evidencia que el Dios de Israel hizo los grandes males. Si no, fue un accidente. Soltaron las vacas, salieron y llegaron a la tierra de los israelitas. Los que estaban trabajando en ese lugar, vieron el arca y la recibieron con alegría. Los filisteos observaban todo, como la plaga cesó, volvieron a su tierra. Años después, el rey Salomón construyó el magnífico templo, estuvo hasta el año 70. Después que Jesucristo ascendido al cielo, por el rechazo a Dios, el templo fue completamente destruido y Jerusalén casi también.   (Base: 1ª. Samuel 4-6)

Articulo publicado en Volumen XIV. Guarda el enlace permanente.

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