Levítico

 ¿No habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios? Marcos 12:26.

           Según los investigadores, Moisés es el autor de los cinco primeros libros de la Biblia y Levítico es el tercero, llamado “ley de los sacerdotes, de los sacrificios o de Moisés”. Este libro trata especialmente la función de los sacerdotes, cargo que por su fidelidad pasó a la tribu de Leví. Todo el contenido del libro se sintetiza en un mes,  según Éxodo 40:17, comenzó “el día primero del primer mes, en el segundo año”. En Números 1:1 concluye: “En el día primero del mes segundo, en el segundo año de su salida de la tierra de Egipto”. Durante ese mes, los israelitas estaban en el Monte Sinaí. Donde Dios le dio a Moisés instrucciones para la edificación del tabernáculo, y leyes concernientes a los deberes de los sacerdotes, las ofrendas y los sacrificios.

          Levítico es el principio del evangelio, muestra las ceremonias que realizaban los sacerdotes, en el santuario y su purificación, que realizaba el sumo sacerdote una vez al año. El tabernáculo fue edificado por Moisés bajo la dirección divina, cuando estaban en el Monte Sinaí. Era el lugar donde realizaban el culto religioso, durante los 40 años que estuvieron en el desierto. El rey Salomón construyó el famoso templo en Jerusalén. Los sacrificios de los animales, eran símbolos de la misión de Cristo: como Cordero de Dios, que murió por los pecados del mundo. Actualmente desempeña la función de sumo sacerdote, en el santuario celestial para que los pecados de los santos sean borrados de los libros del cielo. Cuando el juicio termine, Cristo vendrá por los redimidos.

           Dios quería que con los sacrificios de animales, su pueblo aborreciera el pecado, y comprendiera que esos ritos eran una demostración visual del resultado de sus errores, de manera que siempre tuvieran en sus mentes, sus consecuencias relacionadas con la muerte. Los humanos pervirtieron el plan de Dios, y comenzaron a considerar los sacrificios, una especie de pago por la libertad del pecado. Esto lo confirman textos bíblicos como Isaías 1:11 y 17  “Hastiado estoy de holocaustos de carneros… No quiero sangre de bueyes ni de ovejas, ni de machos cabríos… Aprended a hacer el bien”. Los fariseos se creían perfectos y ese concepto ha continuado, por muchos siglos. Durante la Inquisición, con la compra de las bulas, obtenían el perdón de los pecados del presente, pasado y futuro, de eso no existe nada en la Biblia. En la actualidad, hay hasta cristianos que tergiversan la ley de Dios. La ven como una pesada carga, con obligaciones sobre lo que se debe hacer, no la ven desde la síntesis del amor de Dios a los humanos, esto conduce al verdadero arrepentimiento. No son los cultos y ritos los que nos salvan, sino la transformación que Cristo hará en nuestras vidas, si con amor lo aceptamos.

Articulo publicado en Volumen IX. Guarda el enlace permanente.

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