Páginas de un diario

Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. Gálatas 5:1.

           Enero 29/1974. Hoy llamó mi suegra desde la Isla del Encanto, para informar que mi hijo, por su propia cuenta ingreso al Colegio Antillano. Hace pocos meses finalizó su bachillerato. Muchas veces cuando hablábamos sobre sus estudios, siempre pensaba en la probabilidad de asistir a una institución cristiana. Era su oposición, pero su padre se oponía y aspiraba que ingresara a una de las excelentes universidades de nuestro país. Yo consideraba que esa decisión debía tomarla él y nadie más. A pesar de ser tan joven, como Moisés en el pasado, mi hijo eligió echar su suerte con el pueblo de Dios. La noticia me causó más tristeza que alegría. ¡Cómo anhelo tenerlo cerca! Sufro como madre. Pero me consuela pensar que el futuro le pertenece a Dios.

         Febrero 26-1974. Ayer estuve en Nirgua. ¡Qué dolor tan profundo! Como siempre, ciertos familiares, que no están de acuerdo con la decisión de mi hijo, de estudiar en una institución cristiana, me aturdieron con sus consejos. Todos hablaban al mismo tiempo, unos decían lo qué debo y otros lo qué no debo hacer. Se consideran con derecho para dar órdenes y establecer patrones, en cuanto a la educación de mis hijos.

          Febrero 27-1974. ¿Cómo puedo obligar a mi hijo, que estudie tal o cual carrera, si ese es un asunto entre él y Dios? Si se viene de Puerto Rico para ingresar en la universidad, lo recibiré con amor, pero si prefiere permanecer en esa institución cristiana, no me opongo. Si yo empleo años de mi vida enseñándole principios, ¿cómo puedo ahora obligarlo a proceder en forma distinta? Yo no sé si procedí correctamente, ni conozco el futuro, de lo que sí estoy segura, es que siempre imploré la ayuda Divina, y trato de hacer lo mejor. El tiempo y la eternidad darán los resultados.

         Febrero 28-1974. Cada día me siento más sola. Tú sabes, Señor Dios, que además de ti, lo único que tengo en este mundo son mis tres hijos, por ellos lucho con desesperación. No los quiero grandes según el mundo, sino victoriosos en Cristo.

          Marzo 2-1974. Hoy recibí una carta de Puerto Rico. Mi hijo como cualquier adolescente sufre lejos del hogar. Pero está convencido que el plan de Dios para sus hijos es que reciban una educación cristiana. Ojalá pudiera descorrer el velo del futuro, para que la familia comprenda los designios del Altísimo y dejen de atormentarme. Sólo la oración y la fe pueden despejar el horizonte. ¡Dios mío, ayúdanos!

        Marzo 11-1974. Hoy lloré porque le llegó el cheque del trabajo a mi esposo. Aunque eran 10.000 bolívares, se negó a enviarle un solo centavo a nuestro hijo para su educación. ¡Cuánto me dolió! Pero lo perdoné. ¡Jesús ayúdame a sobrellevar esta carga y dame la dicha de encontrarme con mis hijos en el Hogar de los Redimidos!

         Marzo 20-74. Estoy enferma, nostálgica y con muchos dolores, pero el mayor dolor lo tengo en el alma. ¿Cómo puedo obligar a mi hijo que estudie medicina? ¿Qué importa la profesión que él elija? ¿Por qué he de sentirme mal si escoge una profesión humilde? En este caso, el afectado será él. ¡Dios mío no permitas que estos problemas afecten a mi hijo! ¡Qué dura ha sido mi vida! ¡Hasta cuando, Señor!

            Marzo 20-2007. ¡Gracias Dios mío por tu amor! La decisión de mi hijo se transformó en bendiciones: Hace más de 20 años fue ordenado como pastor y su decisión la siguieron sus hermanos. Dios bendiga a mis hijos y nietos.

Articulo publicado en Volumen IX. Guarda el enlace permanente.

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