Familia y amor

El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. I Juan 4:8.

         ¡Tengo tres hijos, seis nietos y dos bisnietas! ¡Qué bendición! Con cada nacimiento, brota dentro de mí corazón un canto de amor a Dios. Las siguientes palabras inundan nuestra alma: “El amor es una planta de origen celestial. No es razonable, no es ciego. Es puro y santo” (White). Nada me parece más importante, que esta interpretación del amor. Lo relaciono no sólo con mis hijos, nietos y bisnietos, sino también con nuestros vecinos, amigos y las personas necesitadas, que encuentro en mi camino.

          Uno de los temas sobre los cuales, Jesús habló en el Sermón del Monte, fue el amor hacia nuestros adversarios, leamos: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen y orad por los que os ultrajan y os persiguen. Para que seáis hijos de vuestro padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman… Y si saludáis a vuestros hermanos solamente ¿Qué hacéis de más? ¿No hacen lo mismo los paganos?” Mateo 5: 44-47. Esto indica que debemos tratar con simpatía hasta a los que procuran hacernos daño. Si insisten en el mal, lo que podemos hacer es orar por ellos y esquivarlos. Toda persona llena de pasiones ciegas, envenena su vida. Es una lástima porque cosecharán exactamente lo que había sembrado.

        Debemos saber que las enfermedades cardíacas, diabéticas, del cerebro y otras, según la ciencia médica, pueden ser ocasionadas por sentimientos negativos como el odio, la envidia, el estrés y la conciencia culpable. Hay muertos que han tenido su origen, con los pensamientos negativos que dominaron su mente. A esto se suman los aspectos perjudiciales, que sembramos en nuestros hijos. Conozco a un profesor, se aproxima a los 60 años, su padre murió antes que él cumpliera los 14 años, pero todavía lleva las heridas que le causó la violencia de su padre, en sus continuas borracheras.

       Es conveniente tomar en cuenta los problemas, que como herencia de los caminos errados de los padres, caen sobre las inocentes criaturas. La mejor enseñanza que podemos dar a nuestros hijos, es reflejar ante ellos nuestro carácter y personalidad. No son las normas que a veces se quieren imponer, sino la forma como se vive. “El amor es un precioso don que recibimos de Jesús”, si se siembran pasiones ciegas y sentimientos egoístas, todo será completamente diferente, porque además de conducir a la degradación del individuo, dejamos un oscuro manto que afecta la vida de los seres amados. Esa mala influencia puede llegar hasta al vecino y al trabajo. Oremos y estudiemos la Biblia cada día, para que nuestra atención se oriente hacia el tesoro celestial.

Articulo publicado en Volumen VI. Guarda el enlace permanente.

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