El evangelio según San Juan

He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Juan 1:29.

    El año 27, Juan el futuro apóstol de Jesús de 17 años, andaba con su amigo Andrés por el río Jordán. Cuando Cristo llegó, Juan el Bautista extendió su mano y dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado”. Juan y Santiago, Pedro y su hermano Andrés ganaban para su vida, pescando en el mar de Galilea. Un día Jesús pasó y los invitó a convertirse en “pescadores de hombres”. Los cuatro, dejaron las redes y lo siguieron.

     Pedro, Santiago y Juan entendieron la vida de Jesús y fueron parte de sus discípulos. Los tres estuvieron en la resurrección de la hija de Jairo, en el Monte de la Transfiguración y en el Getsemaní. La última noche, Jesús angustiado oraba y los discípulos dormían, cuando llegaron soldados con sacerdotes, ancianos y parte del pueblo. Los discípulos huyeron menos Juan y Pedro, lo siguieron hasta el lugar del juicio. Pedro por temor lo negó tres veces, después se arrepintió. Juan estuvo a su lado, al pie de la cruz. Las mujeres, Pedro y Juan fueron los primeros en llegar al sepulcro, el domingo de su resurrección.

      Los hermanos Juan y Santiago tenían el apodo de “hijos del trueno”. Eran rebeldes y odiaban a los romanos, pensaban que podían derrotarlos si Jesús era rey. Convencieron a su mamá, llegó y le pidió que los colocara uno a la izquierda y el otro a la derecha, cuando ascendiera al trono. Los otros discípulos se enojaron, Jesús con amor les preguntó: “¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber?”, Ellos pensando sacar a los romanos contestaron: Sí.

     Los últimos días de su ministerio, los discípulos continuaban sin comprender a Jesús. Cuarenta días después de su resurrección, fueron al monte de los Olivos, mientras los bendecía “fue llevado arriba al cielo” Lucas 24:51. Más tarde Juan oró y testificó en calles y en el atrio del templo. Detuvieron a Pedro y Juan, las autoridades les prohibieron hablar de Jesús, ellos respondieron: “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.”  Su cultura no estaba a la altura de los rabinos, su respuesta asombró a los romanos.

      El año 31 antes de Cristo, tomó el trono Augusto, el emperador romano. Siguieron: Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón y Vespasiano, éste envió soldados a Jerusalén y la destruyeron. Juan fue detenido, castigado y enviado a la Isla solitaria de Patmos, en Asia Menor. La persecución continuaba. El año 90, Juan era el único de los apóstoles que seguía vivo, los demás habían muerto, muchos violentamente. Cuando el emperador Domiciano tomó el poder, Juan recuperó la libertad. Regresó a Éfeso y terminó el Apocalipsis. Antes había escrito el Evangelio y sus tres epístolas.

    Juan el hijo del trueno, se convirtió en el apóstol del amor. Daniel y Juan comenzaron su misión cuando tenían 17 años, ambos murieron cerca de los 90 años. Estas palabras de Jesús: “Por eso os lo he dicho antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis” Juan 14:29, aclaran las profecías. Durante siglos fue imposible entender que “la bestia con dos cuernos semejantes a los de un cordero” Apocalipsis 13:11, era  Estados Unidos, esa nación todavía no existía. Los primeros colonizadores llegaron el año 1620. Ese país surgió del refugio que dio a miles de protestantes perseguidos en Europa. Sabemos que las profecías se han cumplido. Estudiemos con oración La Biblia y pidamos la dirección divina, para que nadie nos engañe, si hay persecución la paz celestial nos inundará.

Articulo publicado en Volumen IV. Guarda el enlace permanente.

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