De criminal a hombre de Dios

  1. Antes que te formase en el vientre te conocí. Jeremías 1:5

         Al final de la Segunda Guerra Mundial, un joven nativo de la isla japonesa de Okinawa, juntamente con su familia, con el fin de mejorar su situación económica se mudaron para Filipinas. Desde el 1937, Japón comenzó a extender su territorio, invadiendo ciertas regiones especialmente de China. En 1940 se convirtió en aliado de Alemania y de Italia. Como su extensión territorial continuaba, en 1941 invadió a Filipinas y arrasó la flota norteamericana en Peral Harbor, Hawai. Por eso, Estados Unidos entró en la Segunda Guerra mundial, el año 1945 arrojó las dos primeras bombas atómicas de la historia, sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. El mismo año, Alemania, Italia y Japón se rindieron. Hitler se suicidó y las naciones aliadas se encargaron de convenios y tratados.

        La religión nacional japonesa es el Shintoismo, la cual “honra a los antepasados y a las fuerzas de la naturaleza”. El emperador es considerado un dios. Otros rasgos de su cultura son: el respeto a los padres, a los mayores y el apoyo a la comunidad. Durante la Segunda Guerra Mundial, el emperador había establecido que todos se unieran en contra de los aliados. Después de su rendición, tomando en cuenta que Japón atacó a Estados Unidos, el emperador decía que no debían odiarlos. El pueblo obedecía al emperador, pero no todos los militares. El odio se constituyó en enemigos hasta de sus propios conciudadanos.

          Un joven trabajaba para los soldados en Filipinas. Cuando Japón se rindió, un jefe del ejército odiaba a un hombre y quería hacerlo desaparecer. Aprovechó su posición y ordenó a ese joven que lo asesinara. Ninguna ley protegía al joven, por respeto a su cultura tampoco podía decir que lo había hecho por mandato de su jefe, fue condenado a prisión perpetua. Los norteamericanos tomaron el control de Filipinas, mandaron al asesino a Hawai en el 1959, el cual había pasado a ser el estado No. 50 de Estados Unidos.

          Ese joven odiaba a los norteamericanos y a los cristianos. Un día llegó a sus manos una literatura en japonés, aunque él no conocía su origen, la leyó. Le llamó la atención y se inscribió en el curso: “La Voz de la Esperanza”. Su vida tomó un nuevo rumbo. El odio y el deseo de venganza, que por tanto tiempo llenaba su corazón, desaparecieron. El cambio fue tan grande, que hasta los carceleros comenzaron a confiar en él. El día de su bautismo, le quitaron los grilletes y fue al acto vestido como un ciudadano libre. Se convirtió en digno de confianza, los empleados de la cárcel y muchas otras personas, escribieron al gobernador de la isla pidiendo su libertad. La obtuvo después de 18 años de prisión.

          El primer lugar que visitó fue su ciudad natal, en Okinawa. Fue a la oficina del culpable de sus años de cárcel. Ese militar de rango, cuando lo vio entrar tembló. El joven le habló de su conversión y le dijo: Hoy soy otro hombre. Amo a Jesús y no te haré daño.

           Ese joven de criminal pasó a ser de Dios. Fue uno de los primeros pastores cristianos en Okinawa, continúa siendo un testimonio de la transformación del Espíritu Santo. Nos maravilla la forma cómo el evangelio llega a toda la tierra.

Articulo publicado en Volumen IV. Guarda el enlace permanente.

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