¿Hasta cuando claudicaréis entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle y si Baal, id en pos de él. 1ª. Reyes 18:21.
Este versículo sintetiza el desafío que hizo el profeta Elías al rey Acab y a los 450 sacerdotes de Baal. También dirigido a los cristianos nominales, que buscan en la iglesia algo que los entretenga. Como no han tenido un encuentro con Dios, sus mentes vagan entre la verdad y el error. El enemigo siempre procura desviar los pensamientos, para que duden y crean que Dios no se basa en el amor, sino que es duro y arbitrario. Seres del universo contempla con interés, la gran controversia entre el bien y el mal.
Jesús tomó la naturaleza humana y fue tentado en todo. Se aferró a la fuerza del Padre Celestial y salió victorioso, para darnos ejemplo. Después de su bautismo, fue al desierto. Iba meditando en los mensajes que oyó ese día. Primero la de Juan el Bautista: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, cuando salió del agua oyó otra “voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado en el cual tengo contentamiento”. Mientras caminaba “fue llevado por el Espíritu al desierto”, donde permaneció en oración y ayuno por “40 días y 40 noches”. Después de ese largo ayuno, se sentía débil y con hambre. El enemigo se le acercó, con la intención aparente de ayudarlo, dijo: “Si eres Hijo de Dios di que estas piedras se conviertan en pan”. Estaba débil y hambriento, como Hijo de Dios podía realizar ese milagro y convertir las piedras en pan, pero no siguió el consejo del enemigo. Ese es el gran dilema que se presenta a la humanidad, sólo hay dos caminos: la obediencia a Dios o al enemigo. No se puede continuar claudicando entre esos dos pensamientos. Gracias a que Jesús el modelo perfecto venció, nosotros con su poder y ayuda también venceremos.
Mientras vivamos en esta tierra, seremos tentados con las mismas cosas que fue Jesús, comienza con el apetito. Muchas veces ingerimos alimentos y bebidas que arruinan nuestra salud. A veces lo hacemos para seguir las costumbres o complacer a los amigos. Daniel y sus tres compañeros decidieron “no contaminarse con la comida del rey, ni con su vino”. Dios premió su fidelidad y en el tiempo establecido, fueron hallados intelectual y físicamente diez veces superior a todos los sabios y príncipes del reino de Babilonia.
Otro de los puntos principales de la tentación es el orgullo. Cristo continuaba en el desierto, el enemigo se presentó como un ángel y dijo: “si eres hijo de Dios échate abajo”. No usó fuerza ni violencia, citó el versículo del Salmo 91, que le convenía: “a sus ángeles mandará… En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra”, desafió a Jesús a depender de esa promesa. Este problema invade al mundo, en personas que convencidas de tener la razón, tergiversan la palabra de Dios con fines egoístas o para satisfacer su orgullo. Llaman a lo malo bueno y a lo bueno malo. ¡Cuántas veces sin darnos cuenta, podemos ser inducidos a caer en el pecado! Si permanecemos en comunión con el Padre Celestial y deseamos tener una vida pura, del cielo recibiremos la fuerza necesaria.