¿Realmente creemos en Dios?

El Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Lucas 9:56 

         En sus comienzos, los protestantes consideraban muy valiosa la libertad, que habían alcanzado. Los ritos, la ostentación y la solemnidad, que impresionan profundamente, pueden ejercer un poder tan seductor, que contribuyen a que muchos lleguen a considerar a su iglesia como la puerta del cielo. Los que no conocen la humildad de Cristo, aceptan fácilmente esas formas de aparente piedad. Los que siguen esos aspectos, se encuentran sumidas en las tinieblas, como no oran ni estudian la Biblia, no la entienden.

           La película: “El circo de Dios”, presenta una crítica sobre predicadores cristianos, que manejan La Palabra de Dios, para engañar y conseguir dinero. A ese grupo, se pueden sumar muchos gobernantes del mundo, que por amor al dinero y perpetuarse en el poder, tergiversan la verdad de sus vidas y las de todos los que siguen, sus intereses políticos. Utilizan testigos falsos, con el fin de imponer mentiras y sembrar el miedo en la comunidad. Hasta preparan programas ceremoniales, donde ellos son exaltados, para magnetizar los sentidos, callar la razón y la conciencia de los pueblos.

           Muchas veces las enseñanzas de Cristo son tergiversadas, con interpretaciones erróneas y tradiciones absurdas. Satanás presenta un modo falso del carácter de Dios, pero Jesús muestra el pecado y las consecuencias. Por esos conceptos equivocados, algunos pueblos paganos a través de todos los tiempos, han sido inducidos a creer que los sacrificios humanos eran necesarios para asegurar el favor divino; con esa forma de idolatría, realizaban crueldades. Veamos las creencias de los aztecas, cuando llegaron los conquistadores, ellos vivían en el valle central de México. Como eran muy religiosos, la adoración de los dioses formaba parte de sus vidas. Casi siempre estaban en guerra, no con el fin de buscar tierras, ni riquezas, sino alimento para sus dioses, que consistía en seres humanos que debían ser sacrificados. Para los aztecas, la muerte representaba el verdadero nacimiento, creían que: “no se morían, sino que se convertían en espíritu de dioses”. Algunas de esas creencias, continúen vigentes en ciertas culturas.

              Actualmente la iglesia católica, no tiene una actitud hostil hacia el protestantismo, como durante la inquisición. Es apacible y ha pedido disculpas por las crueldades y errores anteriores. Entre sus feligreses hay verdaderos cristianos, fieles a la luz que han recibido. El ejemplo que Cristo dio, durante su vida terrenal fue paciencia, amor y abnegación, en ningún momento autorizó penitencias, flagelación o encerrarse en claustros con el pretexto de prepararse para alcanzar la salvación. A todas las naciones está llegando la luz del evangelio, aunque densas tinieblas cubren a los que pervierten y rechazan las verdades bíblicas. La hermosura y la santidad divina, inundarán a todos los que con humildad sigan la senda, que asumió Cristo.

            

Articulo publicado en Volumen XII. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.