El universo

Por la fe entendemos que los mundos fueron formados por la Palabra de Dios… no fue hecha de cosas que se veían. Hebreos 11:3.

             Como la luna se mueve alrededor de la tierra, y los planetas alrededor del Sol, todas las estrellas con sus componentes, se mueven alrededor del centro de cada galaxia. Por la inmensidad del universo y según las investigaciones, muchos astrónomos piensan que posiblemente hay vida en otros mundos. Esa posibilidad fue confirmada, por inspiración divina, hace más de un siglo, leamos: “Los habitantes del universo celestial esperan, que los discípulos de Cristo brillen como luces en el mundo. Debe demostrarse con ellos el poder de la gracia que Cristo, quiso impartirnos por su muerte. Dios quiere que los que profesan ser cristianos, revelen en su vida el cristianismo en su forma más elevada… Todo el universo pide a los que conocen la verdad que se consagren sin reservas a proclamar la verdad” (1). En la actualidad, los discípulos de Cristo son todos los cristianos. Además, “los santos habitantes de los otros mundos, observaban con profundo interés los acontecimientos que ocurrían en la tierra” (2).

            La Segunda Venida de Jesús, es para llevar a los justos a la patria celestial, vendrá como “Rey de reyes y Señor de señores”. Esto fue mostrado en visión al apóstol Juan, mientras se encontraba en la solitaria isla de Patmos. Sólo los que se apartan del pecado, si se proponen amar y seguir a Jesús, estarán preparados para realizar ese viaje al universo, donde “vivirán y reinarán con Cristo por mil años”, Apocalipsis 20:4.

           La comunicación que Dios, ha mantenido con los humanos después del pecado, se conoce como el “don de profecía”. Fue instituido para que la luz celestial, nos separe de las tinieblas. Estas profecías son necesarias, porque señalan todo lo concerniente con la misión de Cristo, es el método por el cual el mensaje de salvación, llegó a los profetas a través de visiones y sueños, además abunda en la Biblia.

           Leamos Amós 3:7, “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas”. Eso significa que su amor es tan inmenso, que nunca ha dejado a la humanidad en oscuridad. En cada época hubo profetas con la luz necesaria, para que el pueblo de Dios saliera victorioso. Elena de White recibió mensajes por medio de visiones y sueños aplicables a la época actual. En diciembre de 1848, recibió la siguiente visión: “Entonces pudimos ver en Orión un espacio abierto de donde salió la voz de Dios. Por aquel espacio abierto descenderá la santa ciudad de Dios” (3). Sorprende, porque esto le fue revelado más de cien años antes, que la astronomía moderna asombrara al mundo, con el descubrimiento de los “huecos o agujeros negros” en el universo. Esos son invisibles hasta por los potentes telescopios, lo único que  perciben es la gran fuerza de atracción, que ejercen sobre todo lo que se les acerque. Algunos científicos, conjeturan que son pasos o aberturas al infinito. Por ese “espacio, agujero o hueco negro” que hay en la constelación de Orión, es por donde descenderá la Ciudad de Dios, con los redimidos de todas las edades, después de un largo paseo de mil años en la patria celestial. ¡Qué maravilloso regreso para los que decidan echar su suerte con el pueblo de Dios!

(1) Joyas de los testimonios T. 3 pp. 291 y 294. (2) Patriarcas y Profetas. P. 65. (3) Primeros Escritos p. 41.

Articulo publicado en Volumen XII. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.