Pablo, según el libro de Hechos

 Instrumento escogido es éste. Hechos 9:15

            Saulo de Tarso, conocido como el Apóstol Pablo, fue Apóstol de los gentiles, era romano de nacimiento y del linaje judío. Estudió en Jerusalén bajo la dirección de los distinguidos rabinos. Era sobresaliente y celoso de las creencias de sacerdotes y escribas, fue elevado a la categoría de miembro del Sanedrín. Quizás no conoció a Jesús. Igual que la mayoría de los judíos, tenía un conocimiento errado de las verdades bíblicas y era enemigo de los cristianos. Después de la ascensión de Jesús, empezó la persecución contra todos sus seguidores. En ese plan participó Pablo, convencido de estar haciendo lo correcto. Cuando condenaron y apedrearon a Esteban, Pablo consintió en su muerte, hubo dos detalles de Esteban que lo impactaron: “todos los que estaban sentados en el concilio… vieron su rostro como el rostro de un ángel” 6:15. Antes de expirar, su oración final fue: “Señor, no les tomes en cuenta este pecado” 7:60. Esteban murió el año 34.

         Los dirigentes judíos rechazaron a Cristo y desataron “una gran persecución contra su iglesia; todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria” 8:1. Pablo apoyaba esa persecución, consiguió “del sumo sacerdote, cartas para las sinagogas de Damasco, a fin que si hallase algunos de ese camino, los trajese presos a Jerusalén” 8:2. Iba para Damasco con ese fin, un rayo de luz cayó sobre él y una voz le preguntó:

                –“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”.

–“¿Quién eres, Señor?” –respondió.

–“Yo soy Jesús, a quien tú persigues”.

         La fuerte luz lo dejó ciego. Guiado por sus compañeros fue a Damasco. Pasó tres días en oración y ayuno. Dios presentó en visión a Ananías el caso de Saulo. Al principio tenía miedo, era conocido por sus persecuciones a los cristianos. Ananías siguió el mandato divino. Fue y oró por Saulo, recuperó su vista y recibió el Espíritu Santo. Después de su bautismo, estudió con los discípulos en Damasco. Un día, entró en una sinagoga y predicó. Había gran confusión. Todos preguntaban: “¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban ese nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos?” Explicó lo que cambió su vida. Por el odio de judíos, tuvo que huir.

Quería predicar en Jerusalén, no fue posible, abandonó su tierra y realizó cuatro viajes. A cada lugar donde llegaba predicaba, y el evangelio se extendió. Fue el primer misionero. Predicó en Areópago de Atenas, comenzó: “Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos; porque mirando vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: Al Dios no conocido. Al que vosotros adoráis sin conocerle, es a quien yo anuncio” 17:22-23. Su discurso no fue un ataque a sus dioses. Con tacto, apartó sus mentes de sus ídolos para acercarlas a Cristo.

En su último viaje a Jerusalén fue arrestado. Como romano pidió ir al Emperador. Mientras estuvo preso en Roma, escribió sus 14 epístolas. Compareció ante Nerón, igual que los cristianos, fue acusado del incendio de Roma. Tal vez fue decapitado el año 67. El siguiente año Nerón murió. A Israel le quedaba poco tiempo. Perdieron su patria bajo Roma el año 70. Desde entonces han sido maltratados, perseguidos y repudiados. Después de la Segunda Guerra Mundial, las naciones aliadas, les dieron un pedazo de su tierra. Estuvieron sin patria por 1.900 años. La lucha no se ha detenido.

Articulo publicado en Volumen V. Guarda el enlace permanente.

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