Aunque mi padre y mi madre me dejaran, Jehová me recogerá. Salmo 27:10
Dejo en estas páginas un resumen de mi pasado: mi esposo se fue con otra, mis hijos estudian en el exterior, mi familia me dio la espalda y un dirigente religioso me ofendió. Ya la tierra no recoge mis lágrimas, porque no las hay. Estoy como siempre sola, pero esta vez enterrando mis recuerdos y dando gracias a Dios, por las grandes maravillas que he recibido. La experiencia de estos años me dio la oportunidad de pensar y comprender lo celestial. Actualmente, como un cansado caminante, me refugio en el remanso que ofrece el Salvador. Entonces siento que una paz inexplicable me inunda.
Al dar una mirada retrospectiva a mi vida, encuentro que ya no me gusta hablar de soledad, porque estoy con Dios. Las circunstancias me han enseñado a permanecer como un espectador en el teatro de la vida, aprendiendo cada día a depender únicamente de mi amado Jesús, que jamás me ha fallado y siempre me da fuerza para seguir adelante.
Me siento satisfecha en el rumbo que está tomando mi vida. Hasta descubrí que soy feliz sola. Si dejamos que Cristo tome posesión de nosotros, nos acostumbramos a contemplar su hermosura y disfrutar de las cosas sencillas, que hay a nuestro alrededor. Gracias a Dios, las sombras de mi horizonte se están despejando. ¡Volvía a estudiar! Año 1976, estaba en mi segundo período académico, en el Instituto Pedagógico de Maracay, y conseguí trabajo en educación. Apoyada del potente brazo de mi Jesús, estoy recobrando las fuerzas y me levanto para continuar caminando, con mis hijos hasta la patria celestial.
¡Señor, cómo quisiera tener algo que brindarte! Pongo ante tu altar a mis hijos, te pido que me dejes vivir el tiempo suficiente, para ayudarlos en sus estudios y en su crecimiento espiritual. Tú conoces, Padre mío, mis problemas de salud, no tengo cómo mantener la casa, el carro, a mis hijos, ni a mí misma. Tú sabes que me da miedo vivir sola, pero no puedo continuar con mi esposo. Amado Jesús soluciona mis problemas. Tú conoces qué es lo mejor para mí, en tus manos dejo mi vida. Aumenta mi fe. Dame entendimiento para discernir entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira. Ayúdame a vencer mis defectos. No permitas que nadie me haga daño. Amén.
Al releer esta página escrita hace más de cuarenta años, las reminiscencias de mi pasado me llegan sin tristeza, odio, ni rencor. Son recuerdos testimoniales de un pasado lleno de maravillas. Momentos cuando el asombro, se transforma en gratitud por las bendiciones que el cielo me otorga. Hago mías las palabras del psiquiatra austriaco Sigmund Freíd (1856-1939, creador de la teoría del psicoanálisis) y digo: soy una mujer afortunada “nada en la vida me fue fácil”. Ciertamente así ha sido, tengo que agradecer a Dios las bendiciones que he recibido en mi vida, esas cosas formaron a la mujer que soy. ¿No es en la escuela del dolor donde se acrisolan los caracteres por la eternidad?