Meditación en el salmo 23

Cantaré salmos a Jehová, el Dios de Israel. Jueces 5:3. 

           Los Salmos son cantos sagrados, se definen composición poética de alabanzas a Dios. Se considera que la mayoría fue escrita por el rey David, el “dulce cantor de Israel”, nació en Belén, la misma ciudad donde más de mil años, nació Jesucristo nuestro Salvador. Durante su adolescencia, mientras cuidaba los rebaños de su padre, entonaba cantos que él mismo componía, acompañados con su arpa. En esa vida solitaria, fue donde bajo la dirección divina, se preparó para su vida futura.

        Como el profeta Samuel, debía ungir al segundo rey de Israel fue a Belén, invitó a los ancianos y levantó un altar. Allí estaba Isaí con seis de sus hijos. El Profeta Samuel le preguntó si faltaba alguno de sus hijos. Le respondió que el menor, estaba cuidando su rebaño. David llegó y el profeta Samuel lo ungió en secreto, después el joven volvió a las colinas de Belén y continuó tan humilde, como antes de su ungimiento de Rey de Israel. Su comunión con el Padre Eterno, se hizo cada vez más intensa.

        Debido a los graves errores, que había cometido el rey Saúl, estaba a punto de perder la razón. Sus consejeros le recomendaron, que usara los servicios del joven David, que con su música sublime aliviaría su espíritu atormentado, el rey Saúl lo aceptó.

          Israelitas y filisteos entraron en guerra. Los hermanos de David formaban parte del ejército. Un día, su padre lo envió para que averiguara la condición de sus hermanos. David llegó y oyó gran alboroto. El gigante Goliat salió al campo, como lo había hecho por 40 días, ofendió retó a los israelitas. Nadie respondió, todos estaban deprimidos. David conmovido exclamó: “¿Quién es ese filisteo que provoca a los escuadrones del Dios viviente?”. Sus palabras llegaron al Rey, fue llevado a él y trató de apartarlo de su intención. David respondió: “tu siervo irá y peleará con ese filisteo… Jehová me librará de su mano”. El joven David fue al campo de batalla y con una simple honda, venció al gigante Goliat, además fueron derrotados los filisteos. Mientras regresaban, las mujeres los recibieron cantando: “Saúl hirió a sus miles y David a diez mil”. Como alababan a David más que al Rey, los celos lo llenaron de odio. La música de David calmaba sus nervios, un día le arrojó una lanza, Dios lo salvó y huyó. El resto de su vida, persiguió a David con el fin de matarlo, pero sus planes fracasaron. En su última guerra con los filisteos, Saúl y unos de sus hijos murieron. Siguió David y reinó 40 años.

          La vida del rey David se manifiesta en el Salmo 23: es una metáfora que refleja su condición y su relación con el Padre celestial, leamos: “Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguar de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valles de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; ungiste mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me guiarán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días”. Este salmo es una obra maestra, considerado la perla de los 150 salmos de la Biblia, siempre ha sido popular entre judíos y cristianos. Debemos leerla y memorizarla como parte de nuestra oración diaria.

Articulo publicado en Volumen XIII. Guarda el enlace permanente.

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