Los gestos y la entonación vocal

Con mi voz pediré a Jehová misericordia. Salmo 142:1. 

            Casi siempre los cantos son una forma poética, como expresión de los sentimientos, están íntimamente ligados con el tono de la voz y los gestos. Los atenienses se especializaban en preparar y pronunciar discursos. Según sus leyes, los acusados debían defenderse ellos mismos ante el tribunal. Por eso, todo hombre de cierta influencia se preocupaba por cultivar su voz, ya que era la base de los discursos. Uno de los más admirados fue Demóstenes. Quedó huérfano a temprana edad. Como lo despojaron de sus bienes, con el fin de defenderse en los tribunales y recuperar lo suyo, decidió convertirse en orador. No fue fácil, pues era tartamudo. Diariamente hacía largos ejercicios, para fortalecer sus pulmones y lograr una pronunciación clara y fluida. Su ahínco fue recompensado: llegó a ser uno de los más grandes oradores del mundo griego.

        Los gestos juegan un papel destacado, en toda conversación. Algunos sin valor significativo, pero la mayoría complementan las palabras o las reemplazan. Por ejemplo, si una persona coloca un dedo sobre los labios, se interpreta como una señal de silencio. Según otras investigaciones, las personas que mienten, hacen menos gestos y reflejan nerviosismo. Los gestos y las emociones del hablante, ocupan el porcentaje más alto en la comunicación humana. Le sigue en importancia, la intensidad y el tono de la voz. Hay gestos que se consideran universales, tales como la risa y la sonrisa, que reflejan alegría y placer. El movimiento de los ojos puede indicar, a la persona con quien se habla varias cosas, tales como animarlo para que siga adelante o pedir que interrumpa. La mirada fija e insistente de una persona, tiende a producir incomodidad. En una conversación entre dos desconocidos el intercambio visual es poco. Si una persona no quiere saludar a otra, finge no verla. Los ojos como los espejos, son los que más reflejan los sentimientos de las personas. ¡Qué importante es que nuestro rostro irradie la paz del amor de Dios!

            El canto y la poesía están íntimamente ligados. En el Antiguo Testamento se encuentran sublimes recuerdos, de los poetas más antiguos del mundo. Sus cantos de alabanza son respuesta a las bendiciones que recibían. Veamos  parte del Salmo 27, que expresan los sentimientos de David, cuando era perseguido y tuvo que buscar refugio en cuevas del desierto: “¡Jehová es mi luz y salvación! ¿De quién temeré? ¡Jehová es la fortaleza de mi vida! ¿De quién he de atemorizarme?”

           Por la rebeldía de su hijo Absalón, el mismo David tuvo que huir de Jerusalén. En esa hora de amargura, escribió el Salmo 3: “Con mi voz clamé a Jehová y él me respondió… Yo me acosté y dormí, desperté porque Jehová me sostuvo… Sálvame Dios mío, porque tú heriste a todos mis enemigos”. Este salmo también forma parte de la experiencia de mi vida. Hace cuarenta y seis años, cuando ingresé al quirófano para ser operada del corazón, me quedé dormida mientras mentalmente repetía: “yo me acosté y dormí, desperté porque Jehová me sostuvo”. En el tiempo indicado desperté y el mismo canto de alabanza me invadía tanto, que los dolores pasaron a un segundo lugar.

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