Libertad, ley y amor

Hermanos, a libertad habéis sido llamados. Gálatas 5:13                     

            La «libertad» es una palabra con un significado tan amplio, que va más allá de la facultad que tiene el ser humano de actuar sin restricciones. Es el derecho de pensamiento, decisión y acción, con los cuales Dios nos creó. Su límite es la libertad de los demás. Sobre este tema han escrito muchos. El filósofo francés Jean-Paul Sartre, máximo representante del existencialismo, lo señala de la siguiente manera: “al querer la libertad descubrimos que depende enteramente de la libertad de los otros y la libertad de los otros depende de la nuestra”, significa que “libertad” es un compromiso social.

Si la libertad es mal interpretada, puede convertirse en una forma de esclavitud. No es libre el que es dominado por vicios y pasiones. Según la Biblia, fue en el ambiente perfecto del cielo, donde se inició el gran conflicto entre el bien y el mal. Lucifer usó erradamente su libertad. El orgullo, la vanidad, los celos y el deseo de ser superior al hijo de Dios, lo indujeron a iniciar la gran controversia, que involucra a cada humano.

Dios no impuso la obediencia en el cielo ni en la tierra. Como Creador dio al hombre las normas necesarias, para que en su relación con él y con los demás humanos, reine la armonía. Quería que seamos felices. La base de esas normas se encuentra en El Decálogo, la única parte de la Biblia, que Dios escribió con su propio dedo en dos tablas de piedra y las dio a Moisés en el Monte Sinaí. Los diez mandamientos son la base fundamental de casi todas las leyes morales y civiles de hebreos, cristianos, islámicos y otros. Durante su ministerio, Jesús los sintetizó en dos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu mente”, compendia los cuatro primeros y especifican nuestro deber con Dios. El segundo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, es un resumen de los siguientes seis, presenta los puntos básicos en una relación socialmente armoniosa, en el medio donde estemos. Añadió: “de estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. Significa que la Ley de Dios se sintetiza en el AMOR.

Tanto ayer como hoy, todos tenemos libertad. Dios nos insta a que no nos apartemos de sus caminos, para que nos vaya bien. Si el ser humano por su obstinada desobediencia pierde la protección divina, también pierde su libertad y se coloca a merced del mal. Si eso sucede, su mente se oscurece tanto, que cree que está actuando bien, cuando en realidad ha elegido el camino, que lo llevará a su destrucción. Muchas veces el deseo de poder y querer ser superior, es una de las grandes tentaciones, que se posesiona de los que escalan altas posiciones, tal es el caso de ciertos gobiernos y dictadores, que para mantenerse en el poder cometen las peores atrocidades. Igual puede suceder con otras personas, que son crueles hasta con sus compañeros y familiares. Según la historia universal, Adolfo Hitler eligió el camino equivocado. El poder lo sedujo y lo llevó a cometer barbaridades tan espantosas, que horroriza al mundo. Todos los humanos nacemos con libertad. Sólo hay dos caminos: la obediencia a Dios o  la perdición. No hay independientes ni neutros. ¿Cuál es nuestra elección?

Articulo publicado en Volumen I. Guarda el enlace permanente.

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