La envidia

Sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Isaías 14:14.

            La envidia siempre degenera el carácter. Tuvo su origen en el cielo, cuando Lucifer se engrandeció. Leamos Isaías 14:13-14: “Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono… y seré semejante al Altísimo”. Fomentó tanto el desacuerdo, que un número de ángeles lo siguió. Después, Adán y Eva vivían en una hermosa morada, por envidia Satanás los hizo pecar, para tenerlos bajo su poder y establecer un reino opuesto al de Dios. Es triste que eso domina a muchas personas, que creyendo hacer lo que les agrada, siguen al enemigo.

           Como los envidiosos, no ven las buenas cualidades de los demás, los desprecian. Se consideran mejores y superiores a todos, crean escándalos y siembran odio sobre las personas que no los alaban, o no están de acuerdo con sus ideas, que en muchas ocasiones son mentiras. Hay quienes señalan las faltas y los fracasos ajenos, para apartar la atención de sus propios errores, o que los consideren celosos y defensores hasta de su país.

           Un ejemplo bíblico lo tenemos en los fariseos: para ellos lo más importante, era que los alabaran donde quiera que iban. Durante su misión terrenal, Jesús sufrió insultos, persecuciones y odios. Aunque sanaba a los enfermos, resucitaba a los muertos, alimentaba a los hambrientos, fortalecía a los débiles y consolaba a los afligidos, fue rechazado por su pueblo. Los dirigentes religiosos, entre los que estaban los fariseos, sabían que era inocente, llenos de envida, en un juicio apresurado lo condenaron a muerte. La oración final de Jesús fue: “Padre, perdónalos que no saben lo que hacen”, es un reflejo de su misión terrenal.

      En el Nuevo Testamento hay varios textos sobre los fariseos, que podemos comparar con personas, leamos Mateo 23:3-6,12 ,29 ,37: “dicen y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas”, esta es una de las características de todos los mentirosos. Además, “hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres… y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas”. Este es otro de los rasgos más comunes, de dictadores y ciertos gobernantes que, para ser reconocidos, aunque lo que hagan sea insignificante, quieren ser admirados. Todo desaparecerá porque: “el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”, esto indica que cada persona recibirá la recompensa de lo que sembró. Continúa: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!… Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados”. Los israelitas se creían invencibles. Por su rechazo a Cristo, el año setenta, antorchas encendidas cayeron en el templo, la ciudad fue destruida y muchos murieron. Los que sobrevivieron fueron vendidos como esclavos, arrojados a las fieras del circo romano, desterrados o esparcidos por toda la tierra.

            Si estamos con el amor celestial, los buenos sentimientos se reflejan en nuestra mirada, en las palabras y hasta en el tono de la voz, esto indica que debemos orar siempre y leer la Biblia, para no ser dominados por la envidia.

Articulo publicado en Volumen X. Guarda el enlace permanente.

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