El que creyere y fuere bautizado será salvo. Marcos 16:16.
El año 27, con el fin de cumplir su misión, Jesús dejó su trabajo de carpintero, en Nazaret y fue al río Jordán para ser bautizado, por Juan el Bautista, su primo. La misión de Jesús toda su vida fue darnos ejemplo, no tiene sentido que hayan iglesias que bauticen a niños de meses. El bautismo por inmersión es una demostración pública, del que decide aceptar el plan de salvación, el cual fue establecido por Cristo.
En ese tiempo, miles iban al Jordán para ser bautizado por Juan el Bautista, estaba seguro de la pureza del carácter de Jesús, “se oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mi?” Mateo 3:14. Como Jesús le dijo que ese era el inicio de su misión Juan el Bautista lo bautizó, cuando salió “del agua, Jesús vio que el cielo se abría, y el Espíritu descendía sobre él como paloma. Y una voz del cielo dijo: Tú eres mi Hijo amado. En ti me complazco” Marcos 1:10-11.
El tiempo de vida y muerte de Cristo está descrita en Daniel 9: 24-27, veamos ese período profetizado: “setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y tu ciudad santa. A la mitad de la última semana hará cesar el sacrificio” pues “se quitará la vida del Mesías”. Según Ezequiel 4:6 un “día” profético es un “año”. Las setenta semanas son cuatrocientos noventa años, comenzaron el 456 antes de Cristo, cuando Artajerje I, rey Medo Persa, firmó el decreto para la reconstrucción de Jerusalén. Las 69 semanas finalizaron el año 27 con el bautismo de Jesús, fecha cuando comenzaron los siete años de la última semana. A la mitad de la semana el año 31, fue quitado el continuo sacrificio, porque Cristo, “el Cordero de Dios”, fue crucificado. La última semana finalizó el año 34. En esa fecha la profecía de las setenta semanas tuvo su fin y la nación judía, por su continua rebeldía, selló su futuro: el año 70 Jerusalén fue casi destruida y más de un millón de judíos murieron. Los sobrevivientes fueron vendidos, arrojados a las fieras del circo en Roma, desterrados y esparcidos por toda la tierra.
Las enseñanzas de Jesús se sintetizan en la libertad que nos dio, nadie debe ser obligado a ser cristiano y menos a bautizarse. En Mateo 28:19 está el último mensaje de Jesús antes de ascender al cielo: “Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Esto significa que toda persona debe ser instruida antes de su bautismo, el cual es una demostración de su conversión. El nombre de todo el que es bautizado está escrito en “el libro de la vida” del cielo. El bautismo fue establecido en los días de Cristo, y debe cumplirse hasta el tiempo del fin. Veamos las siguientes palabras de Juan el Bautista, mientras realizaba su misión en el desierto: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento” Mateo 3:11, esto indica que debe haber una verdadera conversión. El bautismo significa que arrepentidos iniciamos una nueva vida, para que sean borrados nuestros pecados, además debemos continuar preparándonos para ir al hogar de los redimidos.
Ser bautizado, no significa que ya tenemos segura la vida eterna, es para que con ese nuevo nacimiento nos acerquemos más al Salvador, de modo que sus ángeles nos ayuden en cada momento difícil de nuestras vida.