Dios bendice a mis hijos

     Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú respecto a las cosas venideras. Hebreos 11:20.

            Estuve leyendo sobre algunas tradiciones judías, relacionada con la observancia del sábado. Me llamó la atención la parte que está vinculada con el comienzo de las horas sagradas, los viernes a la puesta del sol. Hay algo tan peculiar en el énfasis, que ponen en la preparación para que ese día sea «delicia, santo, glorioso de Jehová» y pasa a ser un rito esplendoroso, con una parte externa y otra espiritual. Muchos judíos toman la entrada en el reposo sabático, como un reencuentro personal con la Majestad Divina, los viernes a la puesta del sol, es una reunión familiar, tanto la madre como el padre bendicen y oran por sus hijos en forma individual. Mientras lo hacen colocan sus manos sobre la cabeza o alrededor de los hombros del hijo. La bendición se centra en estos puntos: que Dios los ayude a ser nobles, sabios y que no se aparten de sus verdaderos caminos.

No sé hasta que punto esa tradición ha favorecido la conservación de su identidad, a pesar de sus errores y el fanatismo que han sufrido por siglos. La unidad familiar y el arraigo a los elementos religiosos, les ha permitido mantenerse como pueblo, aunque sin patria por casi dos mil años. Si los comparamos con otros pueblos que surgieron, en distintas épocas, encontramos que a pesar del esplendor que tuvieron en su momento, muchos desaparecieron total o parcialmente. Los árabes fueron contemporáneos de los judíos, se consideran descendientes del mismo patriarca Abrahán, las diferencias religiosas y culturales son inmensas. El judaísmo tiene su base en el Antiguo Testamento. El islamismo fue fundado por Mahoma y se inició el 622 después de Cristo.

Casi siempre los descendientes de judíos, han ocupado y ocupan posiciones destacadas en el medio económico y social donde han vivido. Tal vez, el hecho de mantener su unidad familiar y la insistente bendición semanal, de los padres sobre los hijos en forma individual, ha contribuido que en casi todas las ramas del conocimiento, sean el pueblo que más grandes hombres ha tenido, tales como Einsten, Mahaler, Pasternak, Marx, Kafka y el húngaro Imre Kertesz, que el año 2002 obtuvo el Premio Nobel de Literatura,  entre otros.

Hago esta reminiscencia porque me encantaría, que esa práctica se realizara en los hogares cristianos. Sin duda que las bendiciones que impartimos a nuestras familias son grandes. Dios siempre escucha las oraciones de los padres cuando lo invocan con fe. Me parece esplendoroso orar por nuestros hijos y nietos, con el fin de aferrarnos a las promesas y bendiciones del Cielo, como lo hacían los patriarcas.

 

Articulo publicado en Volumen II. Guarda el enlace permanente.

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