Apóstoles: Juan, Santiago, Felipe y Bartolomé

  1. Yo Juan, vuestro hermano… estaba en la isla llamada Patmos. Apocalipsis 1:9.

         El año 27, Juan andaba con su amigo Andrés por el río Jordán, cuando llegó Jesús para ser bautizado. En ese momento, Juan el Bautista extendió su mano y dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” Juan 1:29. Esas palabras impresionaron tanto a los dos jóvenes que pasaron a ser sus primeros discípulos.

         Juan y su hermano Santiago, eran pescadores y discípulos de Juan el Bautista. Tenían el apodo de “hijos del trueno”. Como odiaban a los romanos, pensaban que podían derrotarlos si Jesús era coronado rey, convencieron a su mamá para que le pidiera, que los colocara uno a la izquierda y el otro a la derecha, cuando ascendiera al trono. Aunque eso enojó a los otros discípulos, Jesús los trató con amor y les preguntó: “¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber?”, Ellos pensando en sacar a los romanos, y sin comprender la misión de Cristo, respondieron: Sí podemos.

        Probablemente el año 95 Juan fue detenido, castigado y enviado a la Isla deshabitada de Patmos, en Asia Menor, donde tuvo las visiones del libro de Apocalipsis. Aunque la persecución continuaba, Juan recuperó su libertad, regresó a Efeso y terminó el Apocalipsis. Antes había escrito el Evangelio que lleva su nombre y sus tres epístolas. Murió en Efeso el año 100, tal vez tenía noventa y cuatro años.

      El rey Herodes sabía que Juan el Bautista era “justo y santo”. Como condenó su unión con la esposa de su hermano, se dejó manipular por ella y lo encarceló. Después, en una depravada fiesta, con los sentidos embotados, prometió bajo juramento a su hijastra y sobrina, que le daría lo que ella pidiera. La joven consultó con su madre y pidió, inmediatamente la cabeza de Juan el Bautista. Aunque el Rey se entristeció, acabó con la vida del preso. La insistencia en el pecado conduce a la más baja degradación. Cuando Jesús fue llevado a comparecer ante el mismo Rey, recordó a Juan el Bautista y tuvo temor, su conciencia entenebrecida prevaleció. Menospreció y hasta se burló del Jesús. Pocos después, comenzó la persecución: “el rey Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarlos. Y mató a espada a Santiago, hermano de Juan” Hechos 12:1-2. El fin de Herodes fue triste, “expiró comido de gusanos”. Santiago no era prominente era positivo y a pesar de sus faltas, sus virtudes lo mantuvieron unido al Salvador.

          Felipe también fue discípulo de Juan el Bautista. Era fiel y ferviente, pero con debilidades. En Galilea, Jesús lo encontró y le dijo: “sígueme”, no sólo lo siguió, sino que fue y buscó a su amigo Natanael, cuando vio a Jesús, por su vestido de pobre, pensó que no era el Mesías. Cuando se encontraron, Jesús le dijo: “eres un verdadero Israelita en el cual no hay engaño”. Como acababan de conocerse, Natanael confundido, le preguntó: ¿cuándo me conociste? Jesús respondió: “antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi”. Eso lo convenció que Jesús era el Hijo de Dios y pasó a ser uno de sus discípulos. Probablemente era Bartolomé, porque  fue uno de los primeros en seguir al Mesías. Si diariamente nos reconciliamos con el cielo, seremos transformados por el Espíritu Santo y en la tierra nueva, además de conocer a los doce apóstoles, veremos a los redimidos de todas las edades.

Articulo publicado en Volumen VIII. Guarda el enlace permanente.

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