Una voz misteriosa

Pues a sus ángeles mandará… que te guarden en todos tus caminos. Salmo 91:11

        Una calurosa tarde de verano, a la sombra de un viejo samán mi tía lavaba. Estaba preocupada y parecía juguetear con la espuma jabonosa de la batea. Sus pensamientos se centraban en el dormitorio donde, enfermos de sarampión, yacían sus cuatro hijos. Estaba triste y cansada. Repentinamente una voz, como un eco la sacó del letargo. Alguien pausadamente repetía su nombre.

-¡Ilaídes  –  Ilaídes  –  Ilaídes!

-¿Quién puede ser? –se preguntó.

No reconoció la voz. Miró el lugar y como no había nadie, continuó con su faena. Nuevamente escuchó la misma voz. Igual que la primera vez, dejó de lavar y examinó detenidamente cada rincón del terreno. No había nadie. Volvió a la batea y mientras estrujaba la ropa húmeda, escuchó por tercera vez la misteriosa voz.

-¡Qué extraño! ¡Parece que viene del cuarto donde duermen los niños! -pensó. Fue para el lugar y abrió la puerta… ¡Un grito de horror murió en su garganta! Con ojos desorbitados, vio enroscada en el centro de la habitación una serpiente venenosa. ¡Quedó paralizada! Una oración, como un susurro, brotó de sus labios. Cada minuto era precioso. Sus hijos estaban en peligro y un remolino de miedo la dominaba. Debía pensar rápidamente y actuar con cautela. Salió en puntillas. Buscó ayuda en la casa más cercana. Los vecinos acudieron y mataron a la serpiente. Esa noche mis tíos tuvieron la certeza que un ángel, había velado el sueño de sus pequeños hijos.

 

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