Seres celestiales

Pues a sus ángeles mandará por ti, que te  guarden en todos tus caminos. Salmo 91:11.

           En la Biblia se registran historias de ángeles, que han aparecido en forma humana, para ayudar a los que confían y piden con oración la misericordia de Dios. Los registros bíblicos son pocos, en comparación con la inmensa cantidad de personas, que en este mundo han sido protegidas por los ángeles celestiales.

           Unos catorce siglos antes de Cristo, los israelitas se preparaban para conquistar a Canaán, tenían que pasar por Jericó “la ciudad de las palmas”, era la más grande y rica de esa época, que además tenía la fortaleza de dos murallas. En sus lujosos palacios y templos, se “concentraban todos los ritos más viles y degradantes de la religión cananea”. Josué se acercó y mientras pedía la dirección divina, vio a un varón vestido como un guerrero. Después de hablar con él, supo que era “El Príncipe del ejército de Jehová” Jesucristo, y le dijo que Jericó sería entregada en sus manos. Le explicó lo que debía hacer: primero, durante seis días, una sola vez en la mañana, los sacerdotes con trompetas debían marchar alrededor de las murallas. El séptimo día debían marchar siete veces, mientras los sacerdotes tocaran sus trompetas, el pueblo debía acompañarlos con “gritos estruendosos”. Como Josué siguió las instrucciones del Ser celestial, los muros se derribaron milagrosamente y la ciudad fue conquistada.

          A comienzos del siglo XVI de nuestra era, durante los días de la Reforma en Alemania, la intervención divina salvó a uno de sus fieles seguidores. Melanchton un amigo de Lutero, ayudó a otro amigo para que escapara, porque “un anciano de aspecto augusto y venerable”, se apareció y le dijo que los agentes de la justicia del gobierno, iban a ser enviados para arrestar a su amigo. Sin duda que ese personaje era un ser celestial que le avisó el peligro que corría. Melanchton llevó a su amigo a la ribera del río Rin, permaneció con él hasta que consideró que estaba salvo. Cuando regresó a su casa, le dieron la noticia de los emisarios, que llegaron y lo buscaron en cada rincón.

        Hace pocos días escuché la historia de un joven, a quién milagrosamente seres celestiales salvaron. En el momento en que ese joven, con cierta cantidad de dinero de la iglesia Adventista a la que pertenece, llegó a su casa y se bajó de su carro, un presunto criminal lo apuntó con su pistola. Ese joven no puede explicar claramente lo que pasó. Sólo recuerda que cuando comprendió su situación, en silencio oró pidiendo la protección divina. En ese momento la cara del ladrón se transformó, rápidamente guardó la pistola y salió corriendo del lugar. Desapareció tan misteriosamente como llegó.

          Debemos confiar en las bendiciones de Dios, porque sus ángeles protegen nuestras vidas y la de los amados, siempre debemos orar con fe.

 

Articulo publicado en Volumen VII. Guarda el enlace permanente.

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