Hace algunos años, cuando le expresé a la autora la idea de que publicara algunos textos que estaba escribiendo a diario, y que sólo reservaba para sus hijos y nietos, no me imaginé que llegarían a tener la fortaleza espiritual para extenderse en el tiempo y refrendar la experiencia misionera del primero. Tampoco pensé que se multiplicarían los testimonios de personas que lo leyeron y luego lo prestaron o regalaron a otros, de los cuales muchos manifestaron que se sintieron alentados por su contenido. Así ha pasado. También ha traído nuevas amistades a su autora, lo cual ha servido como estimulo para continuar llenando páginas testimoniales de alabanza al Creador por todas las bendiciones recibidas ayer y hoy. Muchos textos circulan por varios lugares, seguramente la obra silenciosa de ellos la conoce la providencia divina, quien le ha brindado esta nueva oportunidad a la autora de llegar al folleto número diez. Sé que el espíritu que la anima se mantiene vivo y que, si Dios quiere, vendrán otras ediciones en el futuro inmediato.
La dedicación a la escritura de esta naturaleza, es también una manera de obtener la medicina para una vida plena de asistencia celestial y una forma de ocupar un tiempo útil, para difundir las buenas noticias que el cielo constantemente le otorga a Zoila. No hay otro propósito sino el de compartir vivencias para crear una sólida cadena de esperanza, que es la mejor medicina, para que se cristalice en una firme y renovada fe. Recreando sus palabras, diríamos que si miramos al cielo con la oración cotidiana y con el estudio perseverante de la palabra legada en la Biblia, la vida adquiere plenitud cristiana. Esa es la experiencia y emblema de la autora. – Prof. Francisco Rojas