Nuestros hijos

Jesús los llamó y dijo: Dejad los niños venir a mí, y no les impidáis, porque de ellos es el reino de Dios. Lucas 18:16.

           Los recuerdos me invadieron cuando leí el libro: Conducción del niño. Me impactó porque me conectó con los primeros años de mis tres hijos, antes que el mayor cumpliera cinco años, me desmayé y por primera vez me llevaron al cardiólogo, cinco años después, el 13-4-1967, fui operada de corazón abierto. Como mi mal continuaba, no perdía el tiempo hablándoles de eso, no se los ocultaba, pero aprovechaba todo el tiempo que podía, para leerles sublimes relatos bíblicos y aspectos importantes de la historia universal. Además aprendieron poemas y versículos llenos de promesas divinas.

          En el libro mencionado encontré pensamientos subrayados que me fortalecieron: “Los padres tienen el privilegio de llevar a sus hijos consigo a las puertas de la ciudad de Dios… Si los padres comprendieran que la educación de los niños constituye una parte importante del plan de Dios”, nunca dejarían a un lado su responsabilidad en la educación y formación de ellos, pues con fe y oración se alcanzará el éxito para “llevar a sus hijos a las puertas de la ciudad de Dios”. Estas instrucciones son para que comprendamos, que nuestros hijos son como esponjas, absorben casi todo nuestro proceder. Si mentimos ellos serán iguales y hasta peores, porque los estamos guiando por la senda equivocada.

         Leamos esta cita del mismo libro: “las puertas de la ciudad de Dios se abrirán y entrarán los padres y los hijos”, esto me invadía tanto que siempre traté de llenarlos de las maravillas del amor de Dios, con la lectura de historias bíblicas. El acercamiento que con mucho amor tuve con ellos los fortaleció, cuando terminaron su bachillerato, a pesar de la condición excelente de la educación en nuestro país, decidieron estudiar en instituciones cristianas. Yo jamás los obligué, pero los incentivé a seguir los caminos Dios. Cada día orábamos, para que en forma armoniosa tomaran su propia decisión. Según el diagnóstico de los médicos, yo estaba tan complicada que podía vivir poco, aprovechaba cada minuto para estimularlos a seguir a Jesús. La decisión de estudiar en instituciones cristianas la tomaron ellos, eran menores de edad y con la oposición de unos familiares. Dios los ha bendecido grandemente: los tres son profesionales cristianos.

         Es muy importante la decisión que tomamos en la educación de nuestros hijos, eso lo confirma el venezolano Andrés Eloy Blanco (1897-1955), en uno de sus poemas dice: “Cuando se tiene un hijo, se tienen todos los hijos del mundo”. El verdadero amor es lo que nos induce a manifestar bondad y ternura, para que no sigan los errores del medio en el cual se desenvuelven. Debemos ser bondadosos y pedir a Jesús que nos indique qué debemos hacer en cada momento, para que nuestros hijos y muchas otras personas, sin regaños, ni imposición sean inundados del amor divino.

Articulo publicado en Volumen X. Guarda el enlace permanente.

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