Daniel propuso en su corazón no contaminarse con La comida ni con el vino del rey. Daniel 1:8.
La primera invasión a Jerusalén el año 605 antes de Cristo. Daniel de 17 años con tres compañeros, fueron seleccionados y llevados a la corte de Babilonia, el Imperio de mayor esplendor de esa época. La orden era que llevaran “del linaje real… muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento e idóneos para estar en el palacio”. Debían comer “de la comida del Rey”, Daniel y sus tres compañeros decidieron no contaminarse, pidieron al mayordomo diez días de prueba, accedió y encontró “el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la comida del rey”. La alimentación vegetariana, y las oraciones los fortalecieron. Tres años más tarde, el Rey los encontró “en inteligencia y sabiduría… diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo el reino”. Dios premió su fidelidad, Daniel llegó a ser el principal consejero de reyes de Babilonia y los primeros reyes de Medo Persia. Su experiencia de estadista en ambos imperios, confirma que Dios derrama sus bendiciones sobre los que lo honran.
El rey Nabucodonosor tuvo un sueño que lo turbó. En la mañana, pidió que llevaran a los “magos, adivinos, hechiceros y sabios”, deseaba la interpretación de su sueño. El Rey no lo recordaba y ellos dijeron, que no podían hacer nada. Eso lo enojó y los entregó para que fueran ejecutados. Daniel y sus tres amigos, no fueron invitados y debían morir. Daniel fue al Rey, pidió que le diera tiempo para resolver el problema. Impresionado por el valor del joven, como su sueño lo tenía intrigando accedió. Daniel de 20 años, se reunió con sus amigos y oraron. Esa noche, Dios le mostró el sueño del Rey y su significado. En la mañana dio gracias a Dios, antes de narrar el sueño al Rey y darle su interpretación. Se comunicó con el encargado del decreto real, para pedirle que no matara a los “magos, astrólogos, adivinos, hechiceros y sabios”. Daniel actuó como un embajador celestial, esos seres comprendieran cuan equivocados estaban.
A la edad de setenta años y nueve después de la muerte de Nabucodonosor, Daniel tuvo la visión del capítulo 7. El rey Darío el Medo tomó posesión de Babilonia, el 539 antes de Cristo, ya habían pasado 66 de los 70 años de cautividad. El rey Darío nombró tres ministros y Daniel era el principal. Los 120 gobernadores de las provincias debían rendir cuenta a los tres ministros. La envidia los dominó. Daniel era judío y querían deshacerse de él, pero no encontraban como acusarlo. Con el fin de exaltar al Rey elaboraron este decreto: “toda persona que tenga una petición a cualquier dios u hombre por 30 días, fuera de ti, oh rey, sea echado en el foso de los leones”. Daniel lo supo, estaba seguro que Dios es la fuente de todo, siguió con su costumbre: entró en su casa, abrió las ventanas y oró arrodillado. Los conspiradores lo vieron orando, fueron al Rey para que cumpliera la ley. Daniel fue echado en el foso de leones a la edad de 84 años.
El Rey no pudo salvar a su apreciado primer ministro, pasó la noche sin dormir. Se levantó temprano, fue lo llamó y Daniel respondió: “Dios envió su ángel el cual cerró la boca de los leones”. Los que tramaron la trampa terminaron comidos por los mismos leones. Ese testimonio brilló en el mundo pagano. El capítulo 6 concluye así: “En todo el dominio de mi reino, todos teman y tiemblen ante la presencia del Dios de Daniel, porque él es el Dios viviente y permanece por todos los siglos y su reino no será jamás destruido… Daniel prosperó durante el reinado de Darío y durante el reinado de Ciro el persa”. A los 87 años tuvo su última visión. Dios le prometió que sus escritos proféticos serían comprendidos en “el tiempo del fin”, y así ha sido. – Zoila Paternina R.