Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los Mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Apocalipsis 14:12.
La más exaltada educación que como humanos debemos recibir, tiene su base en moldear nuestro carácter, según las enseñanzas de Dios. “La paciencia de los santos”, sintetiza el rasgo principal, que debe tener nuestro carácter, para entrar en la patria celestial, ese rasgo nos ayuda a tener mejor existencia aquí en la tierra. La mayor parte de mi vida he estado sola, además de mis problemas de salud, y complicaciones que siempre me han surgido, no hago más que pensar en la forma tan maravillosa, cómo aprendí a tener paciencia. Fui operada de corazón abierto en el Hospital Universitario de Caracas, el 13 de abril de 1967. Cuando empezaron mis graves problemas de salud, como mis tres hijos estaban pequeños, yo no les comentaba mis males, sino les leía y contaba historias. Después les hablaba de la importancia de la educación cristiana.
El papá de mis hijos venía de un hogar, cristiano y abandonó la iglesia, su carácter era fuerte. Además unos familiares siempre me contrariaban. Como esos problemas afectaban mi salud, tenía que ir de emergencia al hospital o a una clínica, seguían días de reposo, medicinas o volvía al Hospital donde fui operada. Todo empeoraba. El amor por mis hijos pudo más que mis dolencias, puse mi vida a los pies de mí amado Jesús. Inicié un nuevo camino: la paciencia. Me acostumbré a tener la mente ocupada. Si me hubiera dejado dominar, por los problemas que siempre hay, habría muerto y no hubiera ayudar a mis tres pequeños hijos. Hasta tenía un diario donde escribía, a veces en forma de cuento de lo que me afectaba. Me acostumbré a poner todo en las manos de Jesús.
Después del divorcio quedé sola, enferma, sin profesión y con la responsabilidad de ayudar a mis adolescentes hijos. Comencé a estudiar, en un año me gradué de bachillerato. Ingresé a la Universidad y conseguí trabajo en una institución privada. Cuando me gradué de profesora, fui aceptada en una institución del gobierno. Mis alumnos eran de los últimos años de bachillerato, a veces hacían reclamos, los oía y les decía que lo discutiríamos el día siguiente. En la noche yo oraba y llegaba preparada, exponía todo y a cada alumno le daba la oportunidad de hablar, y los tranquilizaba.
Después que me gradué, la jefa del departamento de castellano fue a supervisar la clase, ese día me tocaba comparar la creación según la Biblia con el Popol Vuh, un libro indígena. A la profesora le pareció interesante y me elevó en el informe. No sucedió igual con la colega, el año siguiente pasó a ser jefe del departamento, y sembró intriga. Un día, el director me llamó para decirme que debía ir a su oficina, para discutir con la jefa del departamento, sobre las quejas que ella continuamente llevaba. Oré silenciosamente y le contesté: todo lo que yo deba hacer díganmelo, porque no puedo tener discusiones violentas por mi problema cardíaco. Las intrigas continuaban. Yo procuraba hacer lo mejor que podía. Habían pasado varios años, cuando un día, ella me pidió perdón y surgió la amistad. Ambas nos jubilamos, desafortunadamente ella murió hace varios años.
Si tenemos la mente siempre ocupada, evitaremos muchos males. Son numerosas las personas a quienes los problemas los ponen tan nerviosos, que les ocasionan infartos y otras enfermedades. Si tenemos la mente siempre ocupada con pensamientos nobles, alcanzaremos momentos tan altos que nosotros nos asombraremos. La paciencia es un reflejo de nuestro amor a Dios y al prójimo. – Zoila Paternina