Genealogia de Cristo

Dios dijo a la serpiente… enemistad pondré entre ti y la mujer; Y entre tú simiente y la simiente suya;  ésta te herirá en la cabeza y tú le herirás en el calcañar. Génesis 3:14-15. 

          La venida de Jesús fue profetizada en el Edén, cuando comenzó el pecado. Génesis 3:14 y 15 presenta una síntesis de la misión del Salvador: enemistad entre “la serpiente” (Satanás) “y la mujer” (la iglesia de Dios), “entre tú simiente” (los seguidores del enemigo); “y la simiente suya” (el pueblo de Dios), “ésta te herirá en la cabeza”, significa que de la simiente de la mujer nacería Cristo que vencería al enemigo, el cual al final será destruido. “Y tú le herirás en el calcañar” el talón del pie, Cristo fue crucificado y murió, al tercer día resucitó, ascendió a los cielos y vendrá por segunda vez.

         En la Biblia están los nombres de todos los padres, de la genealogía del cual nació Cristo. Además incluye la edad que tenía cada uno, cuando engendró a su primogénito. Según 1ª Crónicas 1:1-4 y 24-27, desde Adán hasta Abraham hubo 20 generaciones: “Adán, Set, Enós, Cainán, Mahalaleel, Jared, Enoc, Matusalén, Lamec, Noé, Sem… Arfaxad, Sela, Heber, Peleg, Reu, Serug, Nacor, Taré y Abraham”.

           En Mateo 1:16-21, leemos: “todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce”, en total son: 14 x 3 = 42, más los 20 anteriores suman 62. El último de la descendencia del rey David fue: “José, marido de María, de la cual nació Jesús”, esto confirma que era del linaje real, como estaba profetizado. “María estaba comprometida a casarse con José, pero antes que se juntasen, halló que había concebido por obra del Espíritu Santo”. José era justo y se propuso dejarla en secreto, pero un ángel en un sueño le contó que por el Espíritu Santo, María concibió un hijo y se “llamaría Jesús, porque él salvaría a su pueblo de sus pecados”.

            En el Antiguo Testamento hay muchas profecías sobre la misión de Cristo, todas se cumplieron como hechos históricos. Los judíos habían esperado la llegada del Mesías Príncipe, por más de mil años, como no tenían un verdadero concepto de su misión, no lo entendieron. Según Isaías 53:3 fue: “Despreciado y desechado entre los hombre, varón de dolores… fue menospreciado, y no lo estimaron”. Las profecías se cumplieron al pie de la letra, y están confirmadas en el Nuevo Testamento y en la historia mundial.

          El tiempo de vida y muerte de Cristo, está descrita en Daniel 9:26, veamos ese período significativo: “setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y tu ciudad santa”. En la mitad de la última semana “se quitará la vida del Mesías”. Según Ezequiel 4:6 un “día” profético es un “año”. Las setenta semanas son cuatrocientos noventa años, que comenzaron el 457 a. C., cuando Artajerje I, el rey Medo Persa, firmó un decreto para la reconstrucción de Jerusalén. Las 69 semanas finalizaron el año 27 con el bautismo de Jesús, fecha cuando comenzaron los siete años de la última semana. A la mitad de la semana: el año 31, fue quitado el sacrificio, porque Cristo, el cordero de Dios, fue crucificado. Esa semana finalizó el año 34 con el apedreamiento de Esteban. En esa fecha, la profecía de las setenta semanas llegaron a su fin y la nación judía, por su rebeldía selló su futuro: el año 70 miles murieron y Jerusalén fue casi destruida.

        Otras profecías presentan a Jesús como “Rey de reyes” y conquistador, con poder y gloria engrandecerá a Jerusalén sobre todo el mundo, esta es una representación de su Segunda Venida. Tal vez los judíos se confundieron. Sabemos que hay un sólo Mesías que vino y dio su vida por los pecadores. Su Segunda Venida es para llevar a los justos al cielo. Su pueblo lo rechazó, no querían que muriera por los pecados, sino que fuera Rey y sacara a los romanos, para recuperar su reino terrenal. Igual pasa en el tiempo del fin, la confusión invadirá a los que no busquen las verdades bíblicas, con oración.

Articulo publicado en Volumen XIV. Guarda el enlace permanente.

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