Dijo Dios a Balaam: no vayas con ellos, ni maldigas a mi pueblo. Números 22:12.
Antes de entrar a la tierra prometida, los israelitas acamparon cerca de Moab, pueblo idólatra. Balac, su rey envió embajadores a Mesopotamia, donde vivía Balaam, con regalos para seducirlo, de modo que fuera y maldijera al pueblo de Dios. Balaam había sido un “hombre bueno y profeta de Dios: pero había apostatado y se había entregado a la avaricia”. Aunque sabía que si los Israelitas eran fieles a Dios, nadie podía maldecirlos, pidió a los mensajeros que se quedaran esa noche, para consultar a Dios. Actuaba como un profeta, pero seguía los caminos del enemigo.
Esa noche, el ángel de Jehová le dijo que no fuera, porque su pueblo era bendito. En la mañana, dijo a los mensajeros: “Volveos a vuestra tierra porque Jehová no me quiere dejar ir”, la forma como habló reflejaba contrariedad. Los mensajeros le dijeron al Rey lo que entendieron: “Balaam no quiso venir con nosotros”. Como eso lo hizo pensar que deseaba una mayor recompensa, mandó más príncipes con más regalos y el siguiente mensaje: “Ruégote que no dejes de venir a mí: porque sin duda te honraré mucho, y haré todo lo que me dijeses: ven pues ahora, maldíceme a este pueblo”.
Cuando Balaam oyó ese mensaje, la avaricia que también es una forma de idolatría, lo estimuló tanto que estaba dispuesto a todo. Con el fin de seguir el deseo del Rey, pidió a los príncipes que se quedaran: “Para que yo sepa qué me vuelve a decir Jehová”, en la noche le dijo: “Levántate y vete con ellos; pero harás lo que yo te diga”.
El Rey lo recibió muy alegre. El día siguiente fue llevado a un monte, donde levantaron siete altares, pero Jehová no le permitió maldecir a su pueblo. Dos veces más fue llevado a otros lugares: ofreció sacrificio pero no los maldijo, porque Dios ponía las palabras en su boca. El Rey se enojó y Balaam volvió a su ciudad. Tan pronto llegó a su casa, como el Espíritu de Dios lo abandonó, lo dominó la codicia y estaba dispuesto a realizar cualquier artimaña para obtener la recompensa, así que volvió a Moab y expuso sus planes al Rey. Por su egoísmo dio consejos, que sumados a la inactividad de unas pocas semanas, alejaron a los israelitas de Dios.
Como las relaciones de los israelitas, con esos paganos eran escasas: “las mujeres comenzaron a introducirse en el campo. Su aparición no causó alarma. Ocultaron sus motivos bajo la máscara de la amistad… El rey decidió celebrar una gran fiesta en honor a sus dioses, secretamente se concertó que Balaam indujera a los israelitas a asistir. Ellos lo consideraban profeta de Dios y no le fue difícil alcanzar su fin… Se aventuraron a pisar terreno prohibido… Los que no pudieron ser vencidos por las armas, fueron presa fácil de las rameras”. Los deseos contradictorios de Balaam, lo condujeron a su propia ruina, su vida fue corta y murió con los enemigos del pueblo de Dios.
La conducta de miles es parecida a la de Balaam: aparentan una cosa, pero siguen los caminos pervertidos de Satanás, que ofrece ganancias y honores para apartar a los humanos de Dios. (Base: Números 22-24 y Patriarcas y Profetas)