Yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarden en el camino, y te lleve al lugar que yo he preparado. Éxodo 23:20.
Continuamente recibiremos la protección celestial, si con oración y la lectura de la Biblia entregamos nuestra vida al Salvador. Meditemos en este versículo: “Yo envío mi Ángel para que te guarde en los cominos y te lleve al lugar que yo he preparado”, siempre hay ángeles que nos protegen, si oramos y confiamos en Dios.
Una de las formas más efectivas que disponemos para testificar de nuestra fe, es aceptar la invitación de los salmistas, y hablar de las bendiciones, que el cielo nos otorga. Antes que los grandes poetas antiguos dieran al mundo sus cantos épicos, ya escritores bíblicos, como Moisés en Deuteronomio 32, dejaron constancia de sus emociones y sentimientos, con hermosos versos sagrados de expresión sublime. Si los leemos con fe, nos deleitaremos y nuestro enriquecimiento espiritual crecerá. Como Moisés en el pasado nunca estamos solos. Dios espera que pidamos su sabiduría y protección para dárnosla en abundancia. La oración y la poesía se unen en algo tan hermoso, que asciende al trono celestial. Esas experiencias están en los salmos, especialmente los del rey David, que fue el “dulce cantor de Israel” y de su descendencia nació Jesús.
Otro de los personajes de que siempre he pensado es el patriarca Enoc, “séptimo de Adán”. En la Biblia hay escasas referencias sobre él. En Génesis 5:22-23 hay un resumen de su vida: “Y caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén, trescientos años, y engendró hijos e hijas… y desapareció, porque lo llevó Dios”. Tuvo una vida normal: con esposa, hijos y riquezas. Si comparamos “orar sin cesar” de 1ª. Tes. 5:17, con “caminar con Dios”, comprendemos la posición espiritual y humana de Enoc. En ningún momento se alejó de Dios. Lo importante fue la actitud mental que asumió, mientras estuvo en esta tierra, siempre estaba en comunión con Dios. Esto indica que si nuestra actitud mental armoniza con lo divino, ayudaremos a muchos, tendremos una vida mejor en la tierra, y seremos llevados a la patria celestial. La comunión con Jesús nos capacita para su pronto regreso, serenos un testimonio vivo de su enseñanza y amor.
Toda persona que por su incredulidad pierde el contacto con el cielo, Satanás se posesiona de él y comienza a utilizar sus sentidos, para tergiversar las verdades bíblicas. Los actos pecaminosos no dejan espacio a la luz celestial. Los deseos contradictorios del mal acarrean confusión, sufrimiento, enfermedad y hasta muerte. Diariamente debemos orar y aceptar la protección, que siempre nos ofrece el Salvador.