Oró Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez. Jonás 2:1.
Nínive fue la más antigua ciudad de Asiria, situada al oriente del río Tigris. Según la leyenda fue fundada por un personaje mítico. El segundo milenio antes de Cristo, se convirtió en residencia real y capital del imperio. Su origen se relaciona con el diluvio. Era una inmensa ciudad con animales, parques, jardines y bosques. Sus habitantes eran ricos, belicosos y su civilización muy adelanta en esa época. Tenían varios dioses, Assur el dios del sol era el principal, tal vez de allí deriva el nombre de Asiria.
Jonás, el quinto de los profetas menores, durante el siglo IX a. C., por la maldad que había en Nínive, fue enviado para amonestarlos, pensando evadir el mandato divino, se embarcó en dirección opuesta. Dios hizo levantar una tempestad tan grande, que los marineros tenían miedo. Encontraron a Jonás dormido, lo despertaron y le preguntaron: “¿Qué tienes dormilón? Levántate y clama a tu Dios”. Jonás les confesó su error y como la tormenta empeoraba, pidió que lo arrojaran al mar. Lo hicieron y se lo tragó una ballena, estuvo en su vientre tres días, oró arrepentido y fue salvado milagrosamente, porque el pez lo arrojó en la playa. Nuevamente Jehová lo mandó que fuera a predicar y obedeció. Tal vez, ellos supieron sobre el milagro, que había salvado a Jonás, porque oyeron su mensaje y se arrepintieron. La vida en Nínive se alargó. Eso revela que Dios extiende su misericordia a todos, porque ellos no eran israelitas.
Senaquerib ocupó el trono en la época de mayor esplendor del Imperio Asirio, el siglo VIII a. C. Convirtió a Nínive, la capital de su reino, en una ciudad grandiosa, con murallas, calles, canales, acueducto, jardines y palacios. Era un Rey poderoso que había dominado a las naciones vecinas, menos Egipto y Judea. Confiando en sus victorias y en la disciplina de sus tropas, sitió a Jerusalén. Antes de tomarla, uno de sus principales oficiales, en nombre del Rey, exigió una rendición incondicional. Ellos pensaban, que si los dioses de los otros reinos no habían podido salvar a sus pueblos, Jehová tampoco los libraría de su mano. “Cuando el rey Ezequías oyó eso, rasgó sus vestidos” Isaías 37:1, fue a la casa de Jehová y pidió la intervención divina. La respuesta que recibió del profeta fue: “Así ha dicho Jehová, Dios de Israel, lo que me pediste acerca de Senaquerib, rey de Asiria, he oído… no entrará en esta ciudad… por el camino que vino volverá… aconteció que aquella misma noche, salió el ángel de Jehová y mató en el campo de los asirios ciento ochenta y cinco mil” 2ª. Reyes 19. Con temor y vergüenza, el Rey volvió a Nínive. Poco después fue asesinado por sus hijos y uno de ellos tomó el trono.
Nínive tuvo un período de decadencia, pero con Asurbanipal (VII a. C) el esplendor volvió: entre otras cosas la adornó con esculturas y fundó una biblioteca con más de 20.000 tablas de arcilla con escritura cuneiforme, fundamental para el estudio de su lengua. Sobre la historia posterior de Nínive, se sabe muy poco. Como volvieron a sus caminos errados, fue destruida el año 606 a. C., y nunca más renació. Por siglos el sitio era ignorado. Algunos llegaron a pensar que no había existido. A mediados del siglo XIX, dos arqueólogos hicieron excavaciones y descubrieron sus restos milenarios. Entre los países que surgieron de ese imperio están Siria y Líbano. El 85% de la población de Siria es musulmana, y el 50% de la población del Líbano es cristiana.