Mi lengua es pluma de escribiente muy ligero. Salmo 45:1.
Siempre que se vaya a escribir, debemos tener un buen Diccionario de la Lengua, para enriquecer el vocabulario y emplear cada palabra con propiedad.
Debe escribirse con claridad para que los lectores, a quienes va dirigido el mensaje, lo entiendan sin dificultad y la redacción tenga aproximación, a la forma natural de la conversación, aun con la naturaleza propia del lenguaje escrito.
Las oraciones muy largas se prestan a confusión, igual sucede con los párrafos, por eso procure no extenderse demasiado, además evite los rodeos inútiles y las oraciones superfluas, no añadan nada a la idea principal o tema que está tratando.
Cuando se repite muchas veces una palabra, da la impresión que hay pobreza en el vocabulario. La repetición es útil sólo si se quiere enfatizar algo, aunque siempre se aconseja emplear sinónimos. Es muy importante no perder de vista el propósito, que se tiene al escribir, para mantener la coherencia en cada párrafo.
A la persona que desea iniciarse en la creación literaria, se le aconseja llevar un diario. Porque hay incidentes interesantes, que al pasar el tiempo tienen significación, y pueden convertirlo en un escritor.
Los invito a dar un recorrido, por el mundo de la literatura y entrar en el laberinto de la imaginación, donde reina la palabra. Lo primero es buscar a los escritores, que por primera vez se les ocurrió hacer hablar a los pájaros, a las mariposas y a las ranas. También a los que dieron vida a las cosas inanimadas como “el camino cansado”, “las flores piensan”, “los árboles lloran”. Después, con el encanto de la palabra, surgen las comparaciones con sus inconfundibles nexos: parece, como, semejante, tal cual. ¡Todo es comparable! Los poetas escribieron: “los ojos azules parecen pedazo de cielo”, “las aguas son semejantes al cristal”, “la amada es como la rosa de Sarón”, “los griegos asustados como servatillos” y un millón de símiles más. Los años pasaron y llegó el día cuando el poeta, se cansó de las comparaciones y llegó al mundo de la metáfora. Entonces escribió: “las garzas son las novias del río”, “el oro de tus cabellos”, “estrellas, luces pensativas”, “las perlas del rocío” y otro sinfín de metáforas. Los nexos se eliminaron, pero las comparaciones continuaban: el plumaje de las garzas es blanco como el vestido de las novias, los cabellos son amarillos como el oro. La palabra dio otro salto y llegó a la imagen. El poeta español Luis de Góngora (1561-1627) creó seres “monstruosamente hermosos”, cuando en lugar de flechas escribió “áspides volantes” y en lugar de Océano “Serpiente de Cristal”. El chileno Vicente Huidobro comparó al poeta con un pequeño dios, porque con la palabra crea mundos. Las imágenes de su poesía abundan en relaciones insólitas. Veamos: “un serafín náufrago teje coronas de algas”, “el pájaro anida en el arco iris”, “perro lamiendo estrellas y recuerdo de estrellas”, etc.
Los poetas legan esos y muchos otros recursos, que se pueden utilizar. Así como el pintor construye su mundo con colores, sombras y luz; el músico con sonidos y tiempo, y el escultor con la noble arcilla, ¡Tú, amigo lector, puedes hacerlo con el maravilloso don de la PALABRA!