El que no está conmigo, está contra mí. Mateo 12:30.
En la Biblia se registran 35 milagros de los múltiples que Jesús realizó. El principal objeto es fortalecer nuestra fe, para que las bendiciones celestiales nos inunden. Muchos consideran que las historias bíblicas de endemoniados, son símbolos de enfermos mentales. Un día, Jesús sanó a un endemoniado, los fariseos vieron el milagro, a pesar de ser doctos en el Libro Sagrado, estaban llenos de envidia y su mente cerrada a la luz de Dios, lo acusaron de sanar en nombre de Belzebú. Jesús respondió: “Todo reino dividido contra sí mismo, queda desolado” Mateo 12:25. Los espíritus endemoniados que salían, contradecían a los fariseos, porque reconocían que Jesús era el Hijo de Dios.
El pecado imperdonable es el rechazo persistente al llamado de Dios. No se puede confundir la luz con las tinieblas, ni la mentira con la verdad. Eso fue lo que pasó en tiempos de Cristo, y pasa siempre en toda la historia de la humanidad.
“La única condición bajo la cual es posible la libertad del hombre es que éste llegue a ser uno con Cristo” (White). Si no estamos con Cristo, estaremos bajo el dominio del enemigo, no hay neutros. Desafortunadamente el orgullo, el engaño, la frivolidad y la hipocresía prevalecen en la vida de muchos. Esos pecados nublan la mente y siembran confusión. Sólo si dejamos lugar a Cristo, nuestra vida será transformada.
Para los fariseos era más importante la alabanza a ellos, que la aprobación de Dios. Durante su misión terrenal, Jesús sufrió insultos, persecución y odio. Cuando nació, sus padres tuvieron que salir de Belén, porque el rey Herodes, pensando que podía quitarle el trono, se propuso matarlo. En los comienzos de su ministerio, fue rechazado: primero en Nazaret, su pueblo natal y después en Jerusalén. Aunque sanaba enfermos, resucitaba muertos, alimentaba a los hambrientos, fortalecía a los débiles y consolaba a los afligidos, lo rechazaron. Los dirigentes religiosos sabían que era inocente, pero llenos de envida, en un juicio apresurado lo condenaron y murió crucificado. Los Israelitas rechazaron tercamente la luz celestial. La oración final de Jesús en el Gólgota fue: “Padre, perdónalos que no saben lo que hacen”, es un reflejo de su misión terrenal.
Jesús no fue comprendido, pero lleno de amor cumplió con su misión. Debemos acercarnos a él, para que en la situación en que nos encontremos, seamos inundados de su gracia y reflejemos su amor. No hay un solo país en el mundo, donde haya completa paz. Las noticias diarias de guerras, sismos, inundaciones, accidentes y asesinatos, indican que la venida de Jesús está cerca. Lo triste es que cada dictador, revolucionario o guerrillero, ambiciona tener dominio de todo. En algunos momentos con violencia o con susurros al oído, igual que hizo el enemigo, con la aparente intención de ayudar a Jesús, después de sus cuarenta días de ayuno en el desierto, le dijo: “di que estas piedras se hagan pan”. Si Cristo hubiera obedecido, su misión habría fracasado. Parte de nuestra oración constante debe ser: ¡Líbranos de la tentación, amado Jesús!