Dijo el rey: ¿Qué tienes reina Ester y cuál es tu petición? Hasta la mitad del reino se te dará. Ester 5:3
La vida de Ester era huérfana, llegó a ser reina y salvó a su pueblo de la muerte. Los sucesos narrados en el libro de Ester, ocurrieron en Persia (hoy Irán), durante el exilio judío, unos cinco siglos antes de Cristo.
Mardoqueo siempre se sentaba en la puerta del palacio, un día descubrió una conspiración contra el Rey, lo hizo saber a Ester y lo informó “al rey en nombre de Mardoqueo”. Investigó, como era cierto castigó a los culpables. Después de ese incidente, Amán pasó a ocupar la posición de primer ministro en su gobierno. Como Amán era orgulloso y vanidoso se llenó de ira, porque todos los siervos del Rey, cuando entraba al palacio se arrodillaban delante de él, menos Mardoqueo supo que era judío, pero ignoraba que era primo y padre de crianza de la reina Ester. Fue y engañó al Rey con falsas declaraciones, para que firmara un decreto, de modo que un día determinado, todos los judíos que vivían en su reino fuesen exterminados. Mardoqueo informó a la reina Ester sobre ese macabro plan. Después de ayunar y orar durante tres días con sus doncellas y el pueblo judío, se presentó delante del Rey, extendió su cetro y le dijo: -“¿Qué tienes, reina Ester, cuál es tu petición?” En respuesta, Ester lo invitó, con Amán, a un banquete.
Las cosas sucedieron rápidamente. Amán salió muy contento del banquete, cuando vio a Mardoqueo en la puerta del palacio, como no se arrodillaba delante de él. Se molestó tanto que llegó a su casa, habló con su esposa y amigos sobre esa contrariedad. Pensaba que pronto finalizaría ese problema, pues los judíos serían exterminados, con el fin quitarlo pronto de su vista, mandó que hicieran una horca.
Esa misma noche, al Rey se le fue el sueño, pidió a unos de sus siervos que le leyera “las memorias y crónicas”. Entre otras cosas estaba la denuncia que Mardoqueo le había hecho. El Rey preguntó: “¿Qué honra o qué distinción se hizo a Mardoqueo por esto?” El oficial respondió: Ninguna. Comenzaba el día, el Rey preguntó si había alguien afuera. Los siervos le dijeron: Amán. Ordenó que lo hicieran entrar.
Amán llegó temprano para hablar con el Rey, de modo que Mardoqueo fuera colgado en la horca que había preparado. Cuando entró al palacio, el Rey le preguntó: “¿Qué se hará al hombre cuya honra desea el rey?” Amán, pensando que ese hombre era él, respondió: que se le pusiera el vestido y la corona del Rey, además en el caballo del Rey, y uno de los príncipes más nobles, lo llevara por “las plazas de la ciudad y pregonara delante de él: Así se hará al varón cuya honra desea el Rey”. Enseguida le ordenó a Amán, que hiciera todo lo que había dicho a Mardoqueo.
En el segundo banquete, Amán fue desenmascarado y murió colgado en la misma horca que había preparado, en su casa para ejecutar a Mardoqueo.
Mardoqueo fue elevado al puesto de honor que ocupaba Amán. Como el decreto sobre el exterminio de los judío no podía ser eliminado, el Rey firmó un nuevo decreto, mediante el cual los judíos se podían proteger de sus enemigos. Igual que entonces, Satanás domina a los inicuos, que firmen decretos y actúen en contra de los que siguen el mandato de Dios. Oremos con fe, para alcanzar la victoria.