Orar sin cesar. 1ª. Tesalonicenses 5:17
Este versículo ha dejado profundidad en mi vida. He oído sermones sobre la oración, algunos enfatizan que no se puede orar todo el tiempo, porque si lo hacemos dejaremos de trabajar y si no trabajamos no comemos. Tal vez, unos piensan que deben estar arrodillados, o encerrados en un cuarto meditando todo el tiempo. Esa actitud es similar a la que durante la Edad Media, asumieron muchos místicos en los conventos, pero esos no son los planes de Dios.
En la Biblia no hay contradicciones. La oración de Jesús: “no te pido que los quites del mundo, sino que los guardes del mal”, es para que en el medio donde estemos, testifiquemos de las grandes bendiciones del cielo. “Orar sin cesar” significa que mientras caminamos, trabajamos o tenemos que tomar cualquier decisión, elevamos nuestros pensamientos en oración silenciosa al Salvador. Esa comunicación es con un amigo íntimo, que además de Dios poderoso, conoce el futuro. Eso nos da la confianza necesaria para pedirle: Amado Jesús, enséñame qué debo hacer en este momento, líbrame del mal, cuida a mis hijos, etc. No todas las oraciones son iguales, pero deben brotar de nuestra mente. Si con fe pedimos, que Dios nos ayude a sustituir los pensamientos negativos y pecaminosos, por los que nacen del amor verdadero y el perdón, estaremos transitando por la senda, donde nos inundaremos de paz y felicidad.
En el sermón del monte Jesús dijo: “cualquiera que mira una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”, dejó claro que el pecado es la consecuencia de los malos pensamientos acariciados, tal vez por mucho tiempo. Si una persona es tentada y comete un pecado grave, no significa que el mal llegó en ese momento, pues había acariciado en su mente ese pecado u otro similar. En Proverbios 23:7 leemos: “Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él”. La transgresión a la ley de Dios comienzan en la mente. Aunque el enemigo no conoce ni puede controlar nuestros pensamientos, sus agentes vigilan nuestros gestos y pasos, para tender sus trampas de acuerdo con nuestras inclinaciones. Ángeles celestiales siempre están a nuestro lado para socorrernos. Todo lo que necesitamos hacer es pedir la ayuda divina.
He oído historias de personas, que han estado en momentos de peligro o a un paso de cometer un grave pecado, con una corta oración han abierto el camino, para que seres celestiales los auxilien. Algo similar me pasó a mí. Fui hospitalizada para una operación sencilla. Momentos antes de que entrara el anestesista, algo me impresionó y me quedé dormida mientras oraba. Lo que parecía simple tuvo graves complicaciones. Cuando los cirujanos, desconcertados, me miraban en el quirófano, Dios iluminó la mente del jefe y aunque lo que hizo, escapaba de los conocimientos de la ciencia médica, el milagro se dio y mi vida fluyó. ¡Gracias Dios mío, por tu amor!