Invocó Jabes al Dios de Israel diciendo: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que pidió. 1ª Crónicas 4:10.
El primer libro de Crónicas comienza con los nombres de la genealogía desde Adán hasta David. En los versículos 9 y 10 del capítulo 4, se observa un cambio, registrado por primera vez sobre «Jabes». Señala que el significado de su nombre es dolor, expresión que era considerada por sus contemporáneos como un estigma. Jabes invocó el nombre de Dios y pidió las siguientes bendiciones: ensanchara su territorio, lo librara del mal. No se registra que Jabes hiciera ninguna promesa. Sin más explicación leemos que «Dios le otorgó lo que pidió». Los versículos mencionados comienzan con lo único positivo, que hay sobre este hombre: «fue el más ilustre de sus hermanos», tal vez en esta frase está la clave de la razón por la cual Dios le concedió todo «lo que pidió».
La impresión que me produjo la frase «que ensanchara mi territorio» está relacionada con fines personales, pero al reflexionar he llegado a la conclusión que como cristianos, debemos desear ensanchar nuestro territorio. Esta es la única forma como podemos dar testimonio, de las continuas bendiciones de Dios.
Así como Dios cambio el nombre de Jacob por Israel, de engañador por vencedor y el significado del nombre de Jabes en bendiciones, está listo a despejar nuestro horizonte. Hay muchas bendiciones que no recibimos, porque no las pedimos con fe o porque nuestro pedido es egoísta. Dios conoce el futuro y qué nos conduce a sufrimiento en lugar de paz.
Recuerdo que, durante varios años, había derramado lágrimas mientras oraba por un problema familiar muy serio. Un día llegue a la casa desesperada, tomé el primer libro religioso que encontré y lo abrí. Lo que leí me ayudó a cambiar el rumbo de mi vida. Lo consideré un mensaje del Cielo. Comprendí que había perdido muchos años orando por algo, que tal vez había dejado de recibir la aprobación divina. El plan de Dios era otro y ahora yo sufría las consecuencias de mi insistencia. Había orado equivocadamente. Desde entonces comencé a pedir que el Señor me enseñara a orar y me permitiera conocer y hacer su voluntad. Como un feliz testimonio del amor de Dios, puedo decir que mi vida dio un giro grande. La gratitud y la alabanza brotan de mis labios como manantiales de vida que emanan de Jesús, «mi roca y mi salvación».