No hará nada el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas. Amós 3:7.
En toda la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis, Dios siempre presenta el bien y el mal. Además de darnos la libertad de elección, nos insta a seguir el camino recto, para que nos vaya bien, en caso contrario, si se persiste en la desobediencia, describe todo lo que nos pasará. La mayoría de los humanos siguen el camino equivocado, escogen el sufrimiento y el dolor, en lugar de una vida llena de paz y felicidad.
La elección del camino equivocado, no es una acción apresurada. Es un fenómeno que evoluciona paulatinamente en la mente del individuo. “Antes de que el cristiano peque abiertamente, se verifica en su corazón un largo proceso de preparación que el mundo ignora. La mente no desciende inmediatamente de la pureza y la santidad a la depravación, la corrupción y el delito. Se necesita tiempo para que los que fueron formados a semejanza de Dios, se degraden hasta llegar a lo brutal o satánico… Al llenar la mente de pensamientos impuros, el hombre puede educarla de tal manera que el pecado que antes odiaba se le vuelva agradable” Patriarcas y Profetas p.190. Continúa que se custodie: “cuidadosamente las avenidas del alma”, no dejar espacio a la ociosidad, es a través de los sentidos, que los pensamientos inicuos se posesionan de la mente. Si eso sucede, sin darse cuenta, se coloca en el camino que lo lleva a su destrucción.
El deseo de supremacía, llena de orgullo y si además, se ha vuelto insensible a la voz de Dios, las interpretaciones de su palabra serán erróneas y llevan a un alejamiento completo de la verdad. Al perder la comunión con el cielo, el humano cae en las redes de la mentira, es capaz de realizar cualquier cosa, para sustentar las ideas erróneas que dominan su mente. Eso pasó a los judíos, las profecías señalaban el nacimiento, ministerio y muerte de Cristo, pero sus dirigentes y príncipes no querían un Redentor, sino un rey que satisficiera su orgullo, sacara a los odiados invasores romanos y fortaleciera su espíritu de supremacía. Apartados de Dios, actuaroncomociegos, interpretando equivocadamente las Sagradas Escrituras. El precio que pagaron fue alto: el gran templo de Jerusalén fue destruido, muchos murieron y los sobrevivientes sufrieron persecución y quedaron sin patria por casi veinte siglos.
Los intereses personales, egoístas y las ansias de poder imperan en el mundo. Para los extremistas islámicos, los fanáticos religiosos, guerrilleros o terroristas, planificar y realizar actos crueles forma parte de su vida. Esa confusión está descrita en la Biblia con copiosas y claras amonestaciones, sobre qué debemos hacer para escapar de los temores predominantes. La única salida es orar y buscar refugio de Dios.