Uno de sus discípulos, Judas Iscariote… era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella. Juan 12:4 y 6.
Estuve leyendo los rasgos negativos de las personas, a quienes su insaciable egoísmo y orgullo, los lleva a querer ser homenajeados constantemente. A esto se suman sus críticas, mentiras, el amor al dinero y el deseo de ocupar cargos importantes. Por sus fracasos hasta procuran asesinar, a los que consideran sus enemigos.
Como Judas Iscariote estaba convencido que Jesús era el Mesías, pensaba que si lo seguía podía ocupar un alto puesto, cuando fuera proclamado Rey de Israel. Por su habilidad administrativa, se ganó la confianza de los discípulos y pasó a ser el tesorero del grupo. Introdujo dudas y controversias, porque consideraba que esos discípulos eran inferiores a él. Estaba tan apartado de los designios del Altísimo, que hasta robaba. En Juan 12 se registra la crítica, que hizo a María Magdalena cuando ungió los pies de Jesús. Muy disgustado por la respuesta de Jesús, además chasqueado por el fracaso de sus sueños y con avaricia abandonó el lugar, buscó a los dirigentes religiosos de Jerusalén y por dinero planificó entregar a Jesús. Aunque al final reconoció su error, sus ilusiones se desvanecieron, el sentimiento de culpa era tanto, que poco antes de la crucifixión de Cristo salió y se suicidó. Con ese acto selló su condenación. ¡Qué triste fin!
La vida de Judas es una advertencia, para los que obstinadamente desobedecen a Dios y persisten en el pecado. Al perder la protección divina, las redes del mal envuelven tanto, que ellos mismos creen que su procedimiento es correcto, cuando en realidad pueden estar siendo arrastrados a la degradación más vil. Son muchas las tristes historias de errores y crímenes, que despiertan interés universal. Inclusive hay cristianos, que aunque asisten a una iglesia, y no pisarán los umbrales de la patria celestial porque, igual que Judas, aparentemente caminan al lado del Salvador, como los domina tanto el egoísmo, el orgullo, la avaricia, la envidia y la falsedad, destruyen todo lo bueno que había en sus caminos, además culpan a otros de sus errores y caprichos.
Los temas sobre los cuales habló Jesús, está el amor hacia nuestros adversarios, leamos: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman… y si saludáis a vuestros hermanos solamente ¿Qué hacéis de más?” Mateo 5:44-47. Esto indica que debemos tratar con simpatía, hasta a los que procuran hacernos daño. Si los que nos odian insisten, lo que podemos hacer es orar y esquivarlos. Toda persona que se llena de pasiones ciegas, envenena su alma y sigue los caminos de Judas.