Deberes educativos de los padres

Aunque mi padre y mi madre me dejaran, Jehová con todo me recogerá. Salmo 27:10.

           El carácter de los hijos es el mayor testimonio de los padres. Según unos, la educación comienza nueve meses antes del nacimiento, porque además del alimento la criatura, se nutre de las emociones que rodean a la madre. Según otros, comienza con el nacimiento y educación de la madre. Esto se explica ya que la madre, tiene el privilegio de tenerlo en su vientre por nueve meses, después está con el bebé la mayor parte del tiempo. Es un privilegio superior al de los padres. Todas las madres debemos pedir sabiduría a Dios, para cumplir con nuestra gran misión.

        Nuestros hijos absorben los detalles buenos y malos de nuestra vida, ya que en una u otra forma son el reflejo nuestro. La vida problemática de muchos jóvenes, generalmente tiene su origen en los defectos de carácter de uno o de ambos padres, que al no ser transformados por el Espíritu Santo, ejercen una influencia negativa. Las prioridades erradas dejan su oscuro manto de dolor. Veamos ejemplos sobre la educación, que recibieron tres personajes bíblicos, durante sus primeros años: 1) Moisés, una de las figuras más reconocidas de la historia universal, vivió sus primeros 12 años con sus padres en una humilde choza. 2) Samuel debido a la enseñanza, que su madre le dio los primeros años de su vida, fue el incorruptible sumo sacerdote y último juez de Israel. 3) Daniel recibió la educación debida antes de los 17 años, cuando fue llevado cautivo a Babilonia, donde permaneció hasta los primeros años del Imperio Medo Persa. Se destacó como estadista y consejero en ambos imperios. Durante todos sus años de cautiverio, siempre testificó de Dios y recibió grandes bendiciones.

          Según unas encuestas, sólo un 10% de los esposos se consideran felices. Me gustaría saber si la mayor parte de ese porcentaje, se ha nutrido de las enseñanzas Divinas, como leemos en 1 Corintios 13: 4-7: “El amor es sufrido, es benigno, no tiene envidia, no es jactancioso, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo los sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. El éxito depende de la posición, que Cristo ocupe en la vida de la pareja, si uno pone su mayor interés en las cosas espirituales y el otro en los placeres mundanos, el fracaso es completo. El enemigo siempre trata de tergiversar los planes de Dios, de modo que el ser humano sacie su sed en “cisternas rotas” y no en Cristo, “la fuente de agua viva”. La importancia en la vida de cada pareja, es la influencia que tiene sobre sus hijos, esa es la herencia que se les deja.

            Los deberes de todo padre y madre es instruir a sus hijos con amor, de modo que confíen continuamente en el poder Divino. La educación que recibieron los sobresalientes personajes mencionados, además de su bienestar físico y mental, formaron la base del contacto, que siempre debemos tener con el Padre Celestial.

Articulo publicado en Volumen XI. Guarda el enlace permanente.

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