Descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. Génesis 11:7.
En los albores de la humanidad, la lengua era una sobre la tierra. Según Génesis 11, después del diluvio, los hombres decidieron construir una ciudad y una torre, conocida como la Torre de Babel que llegaría al cielo. Pensaban que eso los salvaría de otro diluvio. El mandato divino era diferente, porque no habría otro diluvio y debían poblar la tierra. Dios castigó su soberbia, confundiendo sus lenguas. Al no poder comunicarse entre ellos, reinó el caos y no pudieron continuar su obra, abandonaron ese trabajo y se dispersaron por toda la tierra. Los lingüistas e investigadores también están de acuerdo con esa teoría, que las lenguas del mundo tuvieron un origen único. Se calcula que hay aproximadamente entre 2.700 y 2.800 lenguas en todo el mundo. De ese gran número, sólo alrededor de una docena, se habla en zonas densamente pobladas.
Como nuestro interés se centra en el castellano, comenzamos con los pueblos nativos de la Península Ibérica, donde los romanos llegaron el año 219 antes de Cristo. Al consolidarse el Imperio, impusieron su cultura y el latín se convirtió en la lengua oficial. Al esplendor siguió la decadencia: el lujo y el orgullo de los romanos, los llevó al abandono de sus deberes. Posteriormente, tropas bárbaras llegaron y arrasaron con todo. Para los romanos un bárbaro era toda persona, que no tenía su cultura, ni hablaba su lengua. Los germanos se cuentan entre los principales pueblos, que invadieron al Imperio Romano y contribuyeron a su desmembramiento. Pueblos de familia indoeuropea y de raza aria, se establecieron en tiempos remotos en Europa Central. Se cree que procedían de Asia Central. Las principales tribus germanas o bárbaras fueron: ostrogodos, burgundios, lombardos, anglosajones, francos, normandos, alanos, suevos, vándalos y visigodos. Los cuatro últimos pueblos penetraron en la Península Ibérica son: los alanos que se establecieron en Portugal, los suevos en Galicia y los vándalos en Andalucía. El año 476 después de Cristo, el Imperio Romano se desmembró y del latín nacieron varias lenguas: castellano, italiano, francés, portugués, catalán, gallego y rumano.
Nuestra lengua nació en España, especialmente en el reino de Castilla. El vocablo “castellano” deriva de la palabra “castillo”, debido a que en el territorio de la antigua Cantabria, había muchos castillos, los habitantes de las otras provincias llamaban a sus habitantes “castellanos” y a la región “Castilla”. Los castellanos eran revolucionarios, guerreros y amantes de su libertad, razones por las cuales, lograron dominar a casi toda la Península Ibérica. El castellano “nació” con una oración, que escribió un monje del Monasterio de San Millán de la Cogolla, el año 977. Castilla se constituyó en abanderada de la fe Católica, además logró imponer su lengua, sobre toda la Península.
Los conquistadores trajeron al Nuevo Mundo la herencia cultural, que los pueblos fueron dejando en la lengua castellana. América también aportó: como todo era diferente, surgieron nuevas palabras. La lengua es como un caudaloso río, formado por millones de gotas de agua frescas, cantarinas, que nacen cada día en el alma de los pueblos, en los laboratorios de los científicos y en el intelecto de los humanistas. Su caudal avanza, porque marcha al compás del avance cultural y científico de las naciones. Sobre la historia que guardan las palabras, el poeta chileno Pablo Neruda (1904-1973) escribió: “Tienen sombra, transparencia, pelos y todo los que se les fue pegando de tanto rodar por el río, de tanto trasmigrar de patria”.
Cada lengua siempre es evolución de otra. Es un fenómeno que no se detiene, ya que continuamente se están incorporando nuevas voces, provenientes de otras lenguas, especialmente por los avances científicos, tecnológicos y culturales. Es interesante pensar que, a pesar de que hay tantas lenguas, el evangelio de salvación será predicado a “toda nación, tribu, lengua y pueblos”.
GRACIAS!… Muy buena información.