Antes que clamen responderé yo, mientras aún hablan, yo habré oído. Isaías 65:24.
Hace poco escuché el testimonio de unos padres, que necesitaban comprar una casa, pero también querían que sus dos hijos recibieran una educación cristiana. Preocupados y sin suficientes recursos económicos, los esposos se preguntaban: ¿Qué podemos hacer?
Pusieron eso en oración y por fe decidieron ambas cosas. Compraron la casa y enviaron a sus hijos a un colegio cristiano. Sorprendidos constataron que las mensualidades eran casi iguales. Con el primer mes de la casa, pagaron la escuela. El siguiente mes se preocuparon por tener la mensualidad de la casa, pero el cobro no llegó ese mes ni los siguientes. Había transcurrido un año y como los recibos no llegaban, hicieron el reclamo. En el banco prometieron revisar el caso, todo siguió igual. El segundo año hicieron el reclamo de nuevo y prometieron que revisarían el caso. Pero continuó en el olvido. Habían pasado tres años y decidieron hablar con el gerente, aseguró hacer una investigación, para solucionar el problema. Poco después recibieron una carta, que los invitaba urgentemente a presentarse en la oficina del banco. Descubrieron que los papeles se habían extraviado. Como la pareja no estaba en condiciones de pagar cuatro años de atraso, además la culpa era del banco y no de los compradores, acordaron que comenzaran con la primera mensualidad. La fe y la oración permitieron que la hija mayor, se graduara de la escuela secundaria adventista, el mismo año cuando comenzaron los pagos de la casa.
Una dama que se enorgullece de ser muy cristiana, aconsejó a su amiga que tergiversara algunos aspectos de su situación económica, para que recibiera ayuda del gobierno. La dama quedó pensativa, después de poner eso en oración, decidió no aceptar ese consejo. Días más tarde, llegó la revisión del apartamento, se sorprendió cuando fue a la oficina y encontró que todo había salido tan bien, hasta el alquiler le fue rebajado.
Si dejamos que el Altísimo dirija nuestros pasos y tenemos fe, las bendiciones llegarán en abundancia. No debemos permitir que ni una mentira ensucie nuestro registro, que los ángeles llevan al cielo. Si se acaricia un pecado, por insignificante que parezca, nuestro carácter se degradará, y no tendremos fuerza para vencer la tentación. La lucha continúa y sólo alcanzaremos la victoria con el poder de Dios.
En Hechos 12, leemos: “En aquel tiempo el rey Herodes echó mano de algunos de la iglesia para matarlos. Mató a espada a Jacobo, hermano de Juan. Y viendo que ello agradaba a los judíos… prendió a Pedro”. Su intención era ejecutarlo en un espectáculo público, para recibir la admiración y el aplauso del pueblo. Tomó todas las precauciones necesarias. Pero las oraciones de la iglesia subieron al trono celestial. La noche anterior a los planes macabros del rey, un ángel abrió las pesadas puertas de seguridad sin ningún ruido. El ángel llegó a la celda donde estaba Pedro, lo despertó y le ordenó que se pusiera su ropa y lo siguiera. Pedro se levantó y las cadenas cayeron de sus manos. Salieron de la cárcel, mientras todos los guardias dormían. Pedro asombrado creía que estaba soñando. El ángel lo dejó en una calle silenciosa y oscura, reconoció el lugar y se dirigió a una casa muy conocida, donde sus amigos continuaban orando por su libertad. La mañana siguiente, oficiales fueron enviados a buscar a Pedro. Todo continuaba con la misma seguridad, pero él no estaba. Pedro se encontró con los cristianos esa misma noche, partió para otro lugar y continuó con la misión que Jesús le había encomendado.
Que maravilloso ha sido, es y continuara siendo DIOS con nosotros sus hijos. Amen.