De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea destruida. Mateo 24:2.
En todas las edades, Dios siempre ha enviado mensajes, con el fin de socorrer a los que en momentos de peligro, sigan al Salvador y se aparten del pecado. Este es un resumen de advertencias sobre el castigo, que recibirán los impíos.
En el Antiguo Testamento están los nombres de todos los padres, de la cual nació Cristo. Según Génesis 5 y 11, desde Adán hasta Noé hubo diez generaciones, y desde Noé hasta Abraham otras diez, En Mateo 1, desde Abraham hasta el nacimiento de Cristo, hubo un total de cuarenta y dos generaciones, en total hubo 62.
En la época de Noé, “la maldad de los hombres era mucha”. Durante los 120 años que duró la construcción del inmenso barco, Dios por medio de Noé envió mensajes, para que la gente aceptara la invitación y no pereciera, pero respondían con burlas. Nunca antes había llovido y ellos tenían sus mentes tan entenebrecidas, que no oían el llamado de Dios. Repentinamente surgió algo asombroso: diferentes clases de animales, llegaron y entraron en el arca. Después, las ocho personas de la familia de Noé, entraron y se salvaron. La maldad los tenía tan ciegos, que no comprendían nada, no aceptaron el plan de salvación, no quisieron entrar en el barco, y todos murieron ahogados.
Dos mensajeros celestiales llegaron a Sodoma. Lot, sobrino de Abraham, los vio como conocía la condición pecaminosa de esa ciudad, insistió en que se hospedaran en su casa. En la noche, muchos hombres con violencia le pedían, que sacara a los dos varones. Lot salió con el fin de apaciguarlos, hasta les ofreció a sus dos hijas que eran vírgenes. Como la violencia continuaba, los ángeles introdujeron a Lot en su casa, y cegaron a los malvados que estaban afuera. Y le dijeron que esa ciudad sería destruida. Guiado por esos ángeles, salió Lot con sus dos hijas y se salvaron, de esa ciudad fue destruida.
A una pregunta que le hicieron sus discípulos, Jesús contestó resumiendo los sucesos futuros, como habría guerra les dijo: “los que estén en Judea, huyan a los montes”; eso se cumplió el año 70. Los romanos estaban alrededor de Jerusalén. Hubo un pequeño receso, los seguidores de Cristo siguieron su consejo y abandonaron la ciudad. Tito, el general romano, hizo un llamado de reconciliación, los judíos respondieron con violencia, esa noche salieron y atacaron al ejército romano. En esa lucha, un soldado arrojó una tea encendida en el atrio del templo, después otro soldado arrojó otra tea en la parte interna. En breves instantes todo estaba en llamas. El templo quedó completamente destruido y la ciudad casi, además murió más de un millón. Los sobrevivientes fueron llevados cautivos: unos vendidos como esclavos, otros arrojados a las fieras del circo romano y los demás esparcidos por la tierra. Como ese pueblo ha dado aporte a la humanidad, después de la Segunda Guerra Mundial, las principales naciones, decidieron darle un pedazo de la tierra, que habían perdido por 1.900 años y así fue. A veces recibimos noticia de la vida de los judíos en Jerusalén.
Aunque los judíos por más de mil años esperaban al Mesías, tenían un concepto tan equivocado de su misión, que fue “despreciado y desechado entre los hombres” Isaías 53:3. Esta profecía se cumplió y está confirmada en los Evangelios.