Los ángeles son espíritus al servicio de Dios, enviados en ayuda de quienes han de recibir en herencia la salvación. Hebreos 1:14
Según E. White “Los mensajeros celestiales recorren toda la anchura y la longitud de la tierra… No podemos verlos, pero ellos están constante con nosotros para dirigirnos, guiarnos y protegernos”. Durante años, Colombia estuvo sumergida en violencia. La unión de la iglesia con el estado, fortalecía el poder de la iglesia, algunos clérigos fomentaban tanto el odio, que a veces degeneraba en actos crueles. En Occidente, Colombia fue uno de los últimos países en abandonar el fanatismo religioso, que durante la Edad Media inundó el mundo cristiano. Igual que algunas tendencias islámicas, pensaban que acabando con los infieles o herejes (protestantes) ganaban el cielo.
En la década de los cincuenta fui a estudiar a ICOLVEN, el colegio secundario Adventista situado en las afueras de Medellín. En esa época era muy conocida una historia acaecida pocos años antes. Esa institución tenía un vecino que, por cuestiones religiosas los odiaba y había decidido acabar con ellos. El ignoraba que un ojo invisible seguía sus pasos y protegía a sus hijos. Después de pensarlo y planificar por varios días, llegó a la conclusión que el momento más conveniente era un sábado, durante las horas de la mañana, cuando alumnos y profesores estaban en su iglesia. Se propuso envenenar el depósito de agua que surtía al colegio. Ese sábado estaba tan contento, que comenzó a festejar bien temprano. Cuando llegó la hora prevista estaba borracho. Después, su familia no podía explicar cómo se había confundido, porque las botellas que contenían el veneno estaban en una habitación y las del licor en otra. Lo cierto fue que poco antes de subir a la colina, con su macabra carga, fue él quien equivocadamente tomó una copa del potente veneno. Mientras se debatía con los dolores, su esposa pidió la ayuda a sus vecinos más cercanos: los adventistas. Lo llevaron al hospital vivo, él pudo ver a quienes con bondad le tendieron la mano en los momentos finales de su existencia, eran precisamente las personas que él había intentado asesinar.
Esta historia me hace pensar en la forma tan milagrosa, cómo el apóstol Pedro fue librado de la muerte. Los judíos insistieron tanto con falsas acusaciones, que Herodes decidió acabar con él. Lo puso en la cárcel, con estrictas seguridad. Estaba encadenado a dos soldados, con guardianes en la puerta de hierro de la prisión. Cuando el rey lo mandó a buscar con el fin de ejecutarlo, no lo encontraron. Aunque las puertas estaban cerradas y los soldados continuaban en sus puestos, el apóstol Pedro había desaparecido. Según el relato bíblico un ángel lo sacó y lo condujo a un lugar seguro. El fin de Herodes fue triste: murió “comido de gusanos”. Dios castigó su crueldad.