Jesús entró en el templo de Dios, y echó a todos los que vendían y compraban en el templo. Mateo 21:12.
El Doctor y sacerdote Martín Lutero (1483-1546), era profesor de Teología en la Universidad de Wittenberg. Durante su visita a Roma, el versículo “el justo vivirá por fe” lo estremeció tanto, que su vida cambió. Con el pretexto de reunir dinero, para la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma, la iglesia autorizó la venta de indulgencias. En Alemania, el monje encargado servía de ejemplo, para que la gente al comprarla creyera que sus pecados del pasado, presente y futuro, igual que los de sus parientes muertos serían perdonados. Lutero se opuso a eso y comenzó a predicar, que el arrepentimiento, la fe y la gracia de Cristo es lo que nos salva.
La iglesia de Wittenberg tenía muchas reliquias, eran exhibidas los días festivos. Lutero planeó una protesta en 1517, aprovechó el día de “todos los santos”, se unió a la multitud y colocó en la puerta de la catedral sus célebres 95 tesis, con invitación para discutirlas. Condenaba la avaricia, el paganismo y la venta de indulgencias. El argumento de sus tesis despertó el interés de los alemanes, y el odio de los romanos aumentó.
El Papa lo excomulgó y acordaron juzgarlo en Augsburgo. Los romanos querían que fuera sin salvoconducto, pero sus amigos consiguieron que el Emperador lo firmara. Comenzó el concilio, Lutero expresó su disposición, para conocer la verdad y contestar las preguntas que le hicieran. El legado papal, muy enojado respondió: ¡Retráctate! Como las cosas no se solucionaban, Lutero pidió que le permitieran presentar su argumento por escrito. En el concilio del día siguiente, leyó sus opiniones basadas en textos bíblicos. Añadió que si demostraban sus errores, renunciaba. Entregó su escrito al cardenal, quien lo arrojó a un lado y le dijo: “es una mezcla de palabras tontas y de citas desatinadas”. Lutero respondió con dignidad, refutando las enseñanzas de la iglesia, opuestas a Las Sagradas Escrituras. Como el Cardenal vio que ese razonamiento era indiscutible, continuó airado con las mismas palabras: “¡Retráctate o no vuelvas”. Sin más que hacer salió con sus amigos. Los esfuerzos de Lutero tuvieron buenos resultados: la mayoría comparaban a los dos hombres: Lutero era humilde, sencillo y apoyado en la Biblia, mientras el cardenal era intolerante, orgulloso, falto de juicio y sin base bíblica gritaba furioso.
Aunque Lutero tenía salvoconducto, los romanos planificaban su muerte. Su presencia era inútil en ese lugar. El día siguiente bien temprano, salió con un guía que le proporcionó el Elector de Sajonia. El cardenal se enteró de su partida y furioso dirigió una carta al Elector, que impresionado por la claridad de las palabras de Lutero, decidió protegerlo, como no demostraban su error, le contestó: “En vista que el doctor Martín Lutero compareció ante vuestra presencia en Augsburgo, debéis estar satisfecho. No esperábamos que sin haberlo convencido, pretendieseis obligarlo a retractarse. Ninguno ha dicho que su doctrina fuese impía, anticristiana y herética”.
El Elector había notado el decaimiento de la iglesia, pensaba que Lutero la podía restaurar. Sabía que era un profesor universitario de mucho éxito. Hacía un año que había fijado sus 95 tesis en la iglesia del castillo, donde iban muchos a estudiarlas. Dios lo protegió y sus escritos se extendieron por Alemania, Suiza, Holanda, Bélgica, Inglaterra, Italia y España. (Base: El Conflicto de los Siglos 136-149)