Encomienda a Jehová tu camino, confía en él y él hará. Salmo 37:5
Las circunstancias pueden llevarnos por sendas diferentes de lo planeado. Dios nos señala lo que debemos seguir, es necesario orar y compartir nuestra fe, para que la esperanza penetre en todo el que atraviesa momentos difíciles.
Recuerdo la historia de Edgar, un suramericano que vivía muy contento en el sur de Florida. Cuando su base económica empezó a decaer, puso su vida en oración y sin otra alternativa tuvo que mudarse para una ciudad del norte. Desde que llegó a su nuevo trabajo, sin saber por qué, surgieron serias dificultades con el jefe. Jehová que conoce los corazones, cambió sus problemas en bendiciones. Sin que Edgar moviera un dedo, Dios le dio el puesto del jefe, una casa cerca de su trabajo, de la iglesia y de la escuela que asistía su hija. La gratitud y la alabanza a Cristo, se reflejan en la mirada serena de Edgar.
José tuvo muchos tropiezos. Cuando fue vendido por sus hermanos, iba con sus amos muy triste: de hijo consentido pasó a esclavo. En Egipto lo compró el jefe de la guardia real, donde estuvo 10 años. Por la forma como se desempeñaba en su trabajo, se ganó el aprecio y la confianza de su jefe. Eso le permitió entrar en contacto con hombres de alta posición, con quienes adquirió los conocimientos que lo capacitaron para su futuro. Se distinguía en sus actividades. La esposa de su jefe se enamoró de él, como no accedió a sus deseos, lo acusó falsamente y José terminó en la cárcel. En la prisión, al principio fue tratado con severidad, se ganó la confianza del jefe carcelero, quien puso bajo su custodia a los otros presos. Los pequeños detalles tienen su influencia. El copero del rey también estaba preso, después volvió al palacio. Dos años más tarde, Faraón tuvo dos sueños. Como nadie se los podía interpretar, el copero habló al Rey sobre José y fue llevado al palacio. Sus sueños tenían un mensaje sobre siete años de abundancia, que tendrían Egipto y después siete de hambre. Además de su interpretación, las recomendaciones de José fueron tan sabias y razonables, que Faraón consideró que era el hombre apto en ese momento, para ocupar un alto puesto en su reino. Salió de la cárcel y ocupó la posición de gobernador de Egipto, donde estuvo hasta cumplir sus 110 años cuando murió.
La educación que Moisés recibió durante sus primeros 40 años, lo capacitaron para ser faraón del imperio más poderoso que había entonces sobre la tierra. Como quería ayudar a su pueblo, surgieron los tropiezos que cambiaron el rumbo de su vida. La misión que bajo los designios de Dios realizó fue grande: unió a las 12 tribus de Israel, puso fin a los años de esclavitud en Egipto, sentó las bases de la nación donde nació Jesús, enfrentó a Faraón, instituyó la pascua, fue receptor de la Ley de Dios y otras leyes, que son la base moral de las culturas y ordenanzas de nuestro planeta, estableció los ritos en el santuario y llevó a Israel a la frontera de Canaán. Moisés murió, fue resucitado y llevado al cielo.
Estas historias muestran las formas como Dios interviene, si ponemos nuestra vida en su altar, aunque haya dificultades, su luz despejará nuestro horizonte.