- Yo soy José, ¿vive aún mi padre? Génesis 45:3.
La envidia dominaba a los hermanos de José, lo vendieron y en Egipto, lo compró el capitán de la guardia de Faraón, donde estuvo diez años. Las cosas no continuaban bien, fue acusado falsamente y terminó en la cárcel. Dios bendijo su honestidad y a los 30 años, salió de la cárcel y fue proclamado gobernador de Egipto.
José trabajó siete años recogiendo alimento, para el hambre que fue profetizada. Dos años después, como el hambre se había extendido, llegaron diez de sus hermanos. José los reconoció, pero ellos no. Cuando se inclinaron ante José, recordó sus sueños y las escenas de su pasado. Necesitaba saber si habían cambiado, los acusó de espías y los puso presos por tres días. Ellos hablaban de su padre Jacob, de Benjamín su hermano menor, y de todo lo malo que habían hecho contra José su hermano, pensaban que como tenía traductor, no los entendía. Esa conversación lo impresionó tanto, que se apartó y lloró. Después regresó, ordenó que fueran libres y sus animales cargados con los alimentos. La condición que puso fue la siguiente: Simeón, uno de sus hermanos quedaría preso, pero no podían regresar por alimento, sin su hermano menor.
A Jacob no le gustó la idea que Benjamín fuera con ellos, había perdido a José y no quería perder también a su hijo menor. Los alimentos se acabaron y sin otra alternativa, volvieron a Egipto. Fueron bien recibidos. Simeón salió de la cárcel y el Gobernador los invitó a comer en su casa. Cuando José vio a su hermano menor salió y lloró, se lavó el rostro y volvió. Ordenó que pusieran la comida. Aunque estaban separados de los egipcios, fueron colocados de acuerdo con sus edades: comenzaba con el mayor, seguido de los demás y el último era Benjamín. Eso los asombró.
Después, José ordenó al mayordomo que llenara los costales de los once hombres, devolviera el dinero y pusiera su copa de plata, en el costal del menor. Sus hermanos comenzaron el viaje, no se habían alejado mucho cuando el mayordomo, siguiendo las órdenes de José, los siguió y los detuvo. Dijo que alguien había robado la copa de plata del Gobernador. Ellos respondieron que eso era imposible. En seguida, cada uno puso su costal en la tierra y lo abrió. Revisaron y estaba en el costal de Benjamín. Confundidos y aturdidos regresaron al palacio y expresaron su temor. José les dijo: “¿Qué habéis hecho? ¿No sabéis que un hombre como yo sabe adivinar?” Añadió que todos podían volver a su tierra menos Benjamín. Judá intercedió: afirmó que él ocuparía el lugar de su hermano, no podían volver a su casa sin Benjamín porque su anciano padre podía morir. José se dio cuenta que habían cambiado, no pudo resistir más, hizo salir a todos los egipcios y con lágrimas dijo: “Yo soy José ¿vive aún mi padre?”.
Eso creó en sus hermanos temor y confusión. Llegó la reconciliación, José les dijo que estaba convencido, que Dios lo había enviado para ayudarlos: faltaban cinco años de hambre. La noticia se extendió. ¡Qué alegría, cuando llegó toda su familia y José vio a su padre después de 20 años de ausencia! José murió a la edad de 110 años. Los Israelitas permanecieron en Egipto hasta que Moisés los sacó. La vida pura y prudente de José, es una hermosa e instructiva historia que arroja mucha luz. Hay aspectos semejantes a la vida de Cristo: amado de su padre, rechazado y vendido por sus hermanos, vivió en obediencia a la ley de Dios, fue dotado de sabiduría celestial, tentado por el mundo, estuvo preso y cuando salió salvó a su pueblo.
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