Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos. Éxodo 14:14.
Moisés es considerado el autor de los cinco primeros libros de la Biblia, conocidos como el Pentateuco. Éxodo es el segundo y significa “camino de salida”, del pueblo de Israel de Egipto. Algunos investigadores lo llaman “La primera Legislación”, además de otras leyes dadas por Dios a Moisés, están los diez mandamientos en 20: 3-17, fueron las dos “tablas de piedra escritas con el dedo de Dios” 31:18. Los dos primeros capítulos es parte de la historia que finaliza Génesis. El libro abarca un período de 145 años: comienza con el surgimiento de un nuevo Faraón, tal vez habían pasado algunos años, porque “el nuevo rey no conocía a José” que fue gobernador de Egipto por cerca de 80 años. Concluye con la construcción del tabernáculo en el desierto.
Éxodo comienza narrando la opresión que sufrió el pueblo de Israel, después de la muerte de José. Continúa con Moisés, antes de su nacimiento el nuevo Faraón dictó un decreto, según el cual todo niño varón, que naciera en Israel fuera arrojado al río. Jocabet una mujer de oración y fe, tuvo a su bebé escondido por tres meses. Temiendo que lo encontraran, preparó una arquilla de juncos y lo colocó a orillas del río. Casi enseguida, llegó la hija de Faraón, le llamó la atención la arquilla y mandó a sus criadas que se la trajeran. La abrió y vio al hermoso niño llorando. Comprendió que era hebreo, se compadeció y mientras lo acariciaba, se acercó María la hermana de Moisés y le preguntó, si podía conseguirle una nodriza. La princesa aceptó y Jocabed se hizo cargo de su hijo. A los 12 años fue llevado al palacio. Como era considerado descendiente de Faraón, recibió la instrucción necesaria para ocupar el trono. Un día fue al lugar donde trabajaban los hebreos, la crueldad era tanta que por su proceder tuvo que huir, tenía 40 años. Aunque era uno de los hombres más ilustres en su época, en Madián permaneció cuidando las ovejas de su suegro, otros 40 años. Esa soledad le permitió fortalecer su comunión con Dios. En el tiempo preciso fue llamado para que sacara a su pueblo de Egipto. Aunque al principio dudaba, obedeció la instrucción divina y fue al palacio. Habló con Faraón, que muy disgustado agravó el trabajo a sus esclavos hebreos. Por su rebeldía, los egipcios recibieron el castigo de diez plagas.
La Pascua se instituyó la última noche, que estuvieron en Egipto. Cada familia del pueblo de Israel, sacrificó un cordero primogénito, símbolo de Cristo, “el cordero de Dios”. Esa misma noche, murió el primogénito de cada familia egipcia. Como el dolor los invadía, Faraón autorizó su salida. Pronto cambió de parecer y fue con su ejército a perseguirlos. Los israelitas estaban frente al Mar Rojo. Al ver que el ejército egipcio se cercaba, Moisés guiado por Dios, extendió su vara, el Mar se abrió y pasaron en seco, en medio de dos muros de agua: uno a su derecha y otro a su izquierda. Un canto de gratitud, por las bendiciones celestiales fluyó de sus corazones. Durante su peregrinación por el desierto, recibieron otros milagros, entre los que se están: el maná que caía del cielo, para satisfacer su hambre, después su sed fue saciada con el agua que brotó de la peña de Horeb (Éxodo 16:25 y 17:6). En el Monte Sinaí, además de la Ley Divina, Moisés recibió leyes morales, de justicia, ceremoniales e instrucciones sobre la edificación del Tabernáculo, símbolo de la casa de Dios. El propósito de Moisés en el libro de Éxodo fue describir, la maravillosa intervención de Dios por su pueblo.