Habéis oído la paciencia de Job. Santiago 5:11.
Moisés fue educado “en toda la sabiduría de los egipcios y era poderoso en palabras y obras” Hechos 7:22. Durante los 28 años que permaneció en el palacio, fue instruído para ser el sucesor del Faraón. Bajo el esplendor de las riquezas y la vida cómoda, ha podido llenarse de orgullo. Por lo que sembraron sus padres durante sus primeros años, su vida cambió: del palacio pasó al desierto, de príncipe a pastor de ovejas y del tumulto a la soledad. Despojado de honor y riqueza, estuvo 40 años en el desierto, siempre orando por Israel. Allí, por inspiración divina escribió el libro de Génesis. Al final de su vida, según Deut. 32:44: “Moisés recitó… un canto a oídos del pueblo” como testimonio y alabanza por las grandes cosas que Dios hizo por su pueblo. Terminó instando a escoger el bien “porque no es cosa vana, es nuestra vida”.
Job era sacerdote como lo fueron Noé y Abraham. El libro tiene un elevado estilo de la poesía oriental, con base histórica. El tema se basa en todo lo que sufrió, aunque era “temeroso de Dios y apartado del mal”. Después de su sufrimiento, Dios le quitó toda su aflicción y lo premió con abundantes bendiciones. Aunque permitió que Job fuese atribulado, no lo abandonó. Según El Conflicto de los Siglos p. 646: “Satanás obra por medio de los elementos para cosechar muchedumbres de almas aún no preparadas. Tiene estudiados los secretos de la naturaleza y emplea todo su poder”, como Dios se lo permitió, afligió tanto a Job, que: “prestamente fueron destruidos sus rebaños, ganado, sirvientes, casas e hijos, fue una serie de desgracias en un momento. Es Dios quien protege a sus criaturas y las guarda del poder del destructor”.
Según los investigadores el libro de Job, fue escrito tal vez por Moisés, por inspiración divina, durante los 40 años que estuvo cuidando ovejas en Madián, antes que el pueblo de Israel saliera de Egipto. Fue escrito hace aproximadamente 3.500 años. Lo curioso es que en Job 26:7, leemos: “extiende el norte sobre el vacío, cuelga la tierra sobre la nada”, esto señala claramente la posición de la tierra. Desde la creación: los días, meses y años, comprueban que la tierra en su rotación alrededor del sol, llega al mismo punto de salida cada año. El sol es uno de los millones que hay en el universo, emite su propia luz y ocupa el centro de nuestro sistema solar. Todos los planetas con sus lunas, siempre giran alrededor del sol.
Por sus descubrimientos científicos, el astrónomo y físico de Florencia Galileo Galilei (1564-1642), se convirtió en el fundador de la ciencia moderna. Como decía “que el Sol era el centro del Universo” y no la tierra, la Inquisición lo condenó, porque era contrario a la interpretación que los sacerdotes tenían de las Sagradas Escrituras. Tuvo que retractarse de su descubrimiento y dijo: “Creeré siempre todo lo que la Iglesia Católica sostiene, enseña y predica” (1). Los avances científicos, confirman que en la teoría de Job y de Galileo no hay contradicciones. El sol, según la ciencia astronómica, ocupa el centro de nuestro sistema solar, y es uno de los millones de cuerpos, que hay en el universo. La lectura que con oración hagamos de la Biblia, nos ayuda a comprender los misterios del universo. (1) Enciclopedia Salvat. Tomo 7.