Al carnero que viste, con dos cuernos, representa los reyes Media y de Persia. Daniel 8:20.
Frente al rey Nabucodonosor, el joven Daniel continuó explicando el significado de la inmensa estatua, del capítulo 2 de Daniel. Según la interpretación, Medo-Persia ubicada entre los años 539-331 antes de Cristo, fue el reino que siguió a Babilonia. Aunque en esa época no le igualaba en tamaño, después creció y duró más, pero sin la riqueza, el lujo y el esplendor de esa civilización Babilonia. El “pecho y brazos de plata”, de esa estatua representa el metal más usado por los Medo-Persia.
Los Medos comenzaron antes del siglo VIII antes de Cristo, vivían al noroeste de Irán y los persas al sur. El año 559 a. C., Ciro tomó el poder y convirtió a Persia en un reino poderoso. El 550 hubo una alianza, que dio lugar al Imperio Medo-Persa. Por sus éxitos en la conquista del mundo, pasó a llamarse Ciro el Grande. Estaba en guerra contra el padre del rey Belsasar, cuando un destacamento militar al mando de Darío el Medo, su tío, conquistó a Babilonia el año 539, tomó el poder y organizó el gobierno. Como el judío Daniel ocupaba el cargo de primer ministro, debían rendirle cuenta los otros 2 ministros y los 120 gobernadores. Eso desató la envidia y tramaron una ley arbitraria, que prohibía adorar al verdadero Dios. Daniel continuaba orando en su casa, tres veces al día con las ventanas abiertas. Los enemigos lo acusaron al rey y a los 84 años, fue arrojado en el foso de los leones. Ángeles cerraron la boca de las fieras, y salió ileso.
Daniel 7 describe cuatro bestias que subían del mar, la segunda era “semejante a un oso, la cual se alzaba de un costado más que del otro, y tenía en su boca tres costillas”. El costado más alto, simboliza la superioridad de Persia sobre Media. Las tres costillas son los reinos de Lidia, Babilonia y Egipto que dominaron durante su época de esplendor. Esa visión fue el primer año del rey Belsasar, 9 después de la muerte de Nabucodonosor, su abuelo. Dos años más tarde, Daniel tuvo la visión del capítulo 8. Como a Babilonia le quedaban sólo 12 años, comienza con el segundo imperio: “miré y he aquí un carnero que estaba delante del río, y tenía dos cuernos… estos son los reyes de Media y de Persia”. Después, vio a dos santos y uno le dijo: “Hasta 2.300 tardes y mañanas; y el santuario será purificado”, añadió que llegaría hasta “el tiempo del fin”.
El capítulo 9 comienza con “Darío hijo de Asuero… rey de los caldeos”, es el mismo Darío el Medo mencionado. Mientras Daniel oraba por su pueblo, y por la restauración de Jerusalén, llegó el ángel Gabriel y le dijo que sus ruegos habían sido escuchados, fue enviado para hacerle entender las profecías. No comenzó con los 70 años de cautividad de los judíos, porque estaban llegando a su fin, sino con algo más amplio: “Setenta semanas están fijadas sobre tu pueblo y tu ciudad santa… poner fin al pecado… y ungir al Santo de los Santos”. Los 2.300 días y las 70 semanas o 490 años comenzaron a partir, de la firma del decreto de Artajerjes I el año 457 antes de Cristo.
Más de un siglo antes, el profeta Isaías 45:1 escribió “Así dice Jehová a Ciro el Grande” y continúa con la función que desempeñaría: Ciro el Grande hizo su entrada triunfal en Babilonia el año 538, y la convirtió en la segunda capital de su imperio. Ya habían pasado 66 de los 70 años de cautividad de los israelitas, pero ese mismo año firmó el primer decreto, que autorizaba el regreso de los exiliados a sus países y la reconstrucción del templo de Jerusalén. El año 519, Darío I emitió un segundo decreto. Seres celestiales estaban al lado de los reyes, de modo que estuviera preparado el escenario, donde nacería el “Mesías Príncipe” para cumplir con su misión. En 457 antes de Cristo, Artajerjes I firmó el tercer decreto, que autorizaba la elección de gobernadores, jueces y la restitución de sus leyes. Aunque dependía de Medo Persia, Jerusalén quedó como capital local. Cuando Cristo nació, ya había pasado al Imperio Romano.
El capítulo 10 de Daniel comienza: “En el año tercero de Ciro, rey de Persia”, Daniel estaba junto a un río y vio “un varón vestido de lino”, que le dijo: “No temas porque desde el primer día que pusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras y por eso he venido. Más el príncipe del reino de Persia, se me opuso durante veintiún días… tengo ahora que volver para pelear con el príncipe de Persia”. Esto sintetiza la lucha, que siempre ha existido entre el bien y el mal. Mientras el enemigo susurraba al oído del Rey: no firmes el decreto, el Varón celestial trataba de convencerlo para que lo firmara, de modo que Jerusalén fuera reconstruida y estuviera preparado, el escenario donde nacería Jesús.
He leido este material y me ha dado mucha información interesante. Dios les siga bendiciendo.
Ya sabia de estos temas en estudios anteriores, pero me sirvió de recordatorio las tres costillas en la boca del Oso lo habia olvidado porque fue en los años 87 cuando estuve detenido por Inmigración por 5 años en USA donde supe de profecias. Gracias.