Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. Lucas 17:5.
Catorce siglos antes de Cristo, los israelitas estaban por conquistar a Canaán. El primer paso fue Jericó, la ciudad más grande y rica de esa época, que además tenía la fortaleza de dos murallas. En sus lujosos palacios y templos, se concentraban en los ritos más viles y degradantes de su religión. Josué, el más distinguido jefe israelita que sucedió a Moisés, pidió la dirección divina, cuando vio a un varón vestido como un guerrero. Hablaron y supo que era “El Príncipe del ejército de Jehová” Josué 5:14, quien le dijo que Jericó sería entregado en sus manos, además le explicó lo que debía hacer: primero, durante seis días, una sola vez en la mañana, los sacerdotes con trompetas debían marchar alrededor de las murallas de la ciudad. El séptimo día debían transitar siete veces, mientras los sacerdotes tocaban sus trompetas, el pueblo los debía acompañar con gritos estruendosos. En ese momento, los muros de la ciudad fueron derribadas milagrosamente y la ciudad fue conquistada. La victoria sobre Jericó fue dirigida por Dios, porque los israelitas casi no hicieron nada.
Antiguamente la palabra “lepra”, agrupaba varias enfermedades infecciosas de la piel y los nervios que están debajo de ella. Los síntomas que se describen en Levítico 13 y 14, incluye otras enfermedades contagiosas como sífilis, buba, parálisis, cáncer de la piel, etc. La lepra tiene un desarrollo lento, dura años sin brotes violentos. Entre los judíos era sinónimo del pecado, y lo consideraban castigo de Dios. Los enfermos eran aislados, únicamente podían asociarse con los que tenían la misma enfermedad. En la época de Cristo había muchos enfermos, entre ellos los leprosos. Cuando salían tenían que gritar: ¡Inmundo! ¡Inmundo! para que todos huyeran. No se atrevían acercarse a Jesús. Un leproso reflexionó sobre lo que le habían dicho, y decidió encontrarlo. No podía entrar en las ciudades. Como había visto a Jesús sanar a muchos enfermos, su fe lo fortaleció tanto, a pesar de las restricciones fue. La gente al verlo retrocedía, trataban de impedir su llegada, pero él se acercó, se echó a sus pies y dijo: “Señor, si quieres puedes limpiarme”. Jesús le respondió: “Quiero, sé limpio” y fue sano inmediatamente.
Según la historia, Davis a los 13 años, tuvo un accidente. Al principio no dijo nada y todo empeoró, se le hinchó tanto la pierna, que casi no podía caminar. Dos días después, cuando sus padres vieron la condición en que se encontraba, buscaron un médico. Como estaba tan mal, dijo que debían amputarle la pierna. Cuando Davis oyó el diagnóstico, se negó. Tenía fiebre y mucho dolor, para evitar que perdiera el conocimiento y le amputara la pierna, llamó a su hermano y lo hizo jurar para que no permitiera esa operación. Toda la familia puso el problema en oración. El médico volvió, como seguía igual no había más remedio que operarlo. Sus padres, hermanos y él oraban todo el tiempo. Lo maravilloso fue que el milagro se dio, y no perdió su pierna. Ese adolescente norteamericano fue general del ejército, ocupó altos cargos en el gobierno, estuvo en Francia durante la Primera Guerra mundial. Fue presidente de Estados Unidos durante dos períodos: 1953 – 1961. Su nombre es Davis D. Eishenhauer.
Estas experiencias nos permiten comprender, que por graves que sean nuestros problemas, si con fe ponemos nuestras dificultades en oración, el Padre Celestial nos ayudará a solucionarlos.