Jesús les dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón… Este es el primero y grande mandamiento. El segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Mateo 22:37-39.
El pecado tuvo su origen en el cielo, cuando Lucifer se rebeló. El egoísmo lo dominó y se engrandeció, leamos Isaías 14:13-14 “Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo… y seré semejante al Altísimo”. Después engañó a Eva. Dios ha podido imponer su voluntad y destruirlos, pero no fue así. Lo que se impuso fue el amor, comprobado con la muerte vil que sufrió Jesús, el Redentor. Su objetivo fue la salvación del pecador. Dios, el Creador del universo, le dio a cada uno de los seres creados plena libertad. Según las investigaciones astronómicas, hay muchos mundos con las condiciones del nuestro. Esto significa que nuestra tierra es como un libro abierto, porque seres del universo contemplan maravillados, el misericordioso plan de redención.
Dios no impuso la obediencia en el cielo ni en la tierra: dio las normas necesarias, para que reine la armonía. La base de esas normas, son los diez mandamientos, la cual es la única parte de la Biblia, que Dios escribió con su propio dedo en dos tablas de piedra, y las dio a Moisés en el Monte Sinaí. Esos diez mandamientos, son la base fundamental de casi todas las leyes, morales y civiles de los países del mundo. Durante su ministerio, Jesús los sintetizó en dos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento”. El cual comprende los cuatro primeros mandamientos, que especifican nuestro deber con Dios. “El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mimo”, este es un resumen de los siguientes seis mandamientos, donde presenta los puntos básicos, para que tengamos una relación armoniosa, en el medio donde nos desenvolvamos. Añadió: “De estos dos mandamientos depende toda la ley”. Esto significa que los condensó en el decálogo del AMOR.
Jesús, además de sintetizar la importancia de los diez mandamientos en el amor, dijo a sus discípulos: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen. Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” Mateo 5:44-45. Esto indica, que debemos tratar con tolerancia a todos los que por ignorancia, odio o malicia cometen graves errores. El cumplimiento de la Ley de Dios, es el punto que transforma nuestro carácter.
La meditación en la vida de Jesús, nos estimula a seguir su ejemplo. Nunca debemos hablar de los errores de los demás, a menos que sea algo grave que no se puede ocultar. Todo el que persiste en desobedecer la Ley de Dios, pierde la protección divina y se coloca a merced del mal. Si eso sucede la mente se oscurece tanto, que creen que están actuando bien, cuando en realidad han elegido el camino, que los llevará a su propia destrucción. Como sólo viviremos una vez en este mundo, con amor debemos orar y hacer todo lo que podamos por los demás, para que nuestro carácter se transforme, porque es lo único que llevaremos al cielo.