¡Ay ahora de mí! que mi alma desmaya a causa de los asesinos. Jeremías 4:31.
Cuánto me impresionó la triste historia acaecida en Ruanda, pequeño país situado en la región de los Grandes Lagos de África Oriental. La violencia ha continuado desde la época colonial, hasta hace poco. Tal vez, la antipatía fue heredada por manipulaciones, pues el odio y la perversidad, pueden convertir a cualquier país en un campo de luchas, seguido de corrupción. En Ruanda la discordia se desarrolló tanto, que terminó con un terrible genocidio en 1994. Sus habitantes son los huts y tutsis. La mayoría son los huts. Sus idiomas son el francés y el kinyaruanda, su lengua aborigen. Aunque son católicos, muchos celebran cultos a los fenómenos de la naturaleza.
El año 1884, en una conferencia de las naciones europeas, se repartieron el continente africano y Ruanda fue asignada a Alemania. Durante la Primera Guerra mundial la ocuparon los belgas, que apoyaban a los tutsis. Desde el 1950, los hutus por ser mayoría, trataron de imponerse sobre los tutsis.
La ONU envió una comisión en 1993, con el fin de contener la violencia. Como no recogieron los machetes, tan pronto se fueron comenzó la matanza. Dado que miles se fueron para otros países, las víctimas quedaron sin protección.
Según la película “Ruanda” ganadora del “Mejor Guión Original”, en 1994 “fueron asesinadas más de dos millones de personas, entre ellas mujeres y niños”. Eso sucedió porque el fanatismo político desarrolló tanto odio, que los extremistas hutus masacraban a los que no eran partidarios de sus ideas. Llegaron al exceso de matar a niños en sus escuelas, para que en el futuro, no siguieran las ideas de sus padres y abuelos. Igual ha sucedido y sucede en algunos países, donde los supuestos presidentes, que en realidad son tiranos, comenten crueldades y asesinan, a todos los que en una u otra forma, se oponen a sus ideas y no los alaban como dioses.
Eso dos grupos son negros. Quizás fueron incentivados por tiranos, que siempre han existido y con el fin de perpetuarse en el gobierno, imponen sus caprichos y siembran odio, donde antes había comprensión. Los homicidios siempre agravan la situación en cualquier país. Debemos tener contacto con el cielo, por medio de la oración y el estudio de La Biblia, para no transitar por el camino equivocado.